LA
VISIÓN DE ORWELL
Mi capacidad de
sorpresa se está disipando con los años, en parte por lo vivido, de lo que son
testigos mudos mis canas, y en parte por la pérdida de la inocencia. Es triste,
pero es así, en este nuevo mundo que nos toca vivir, o eres presa o depredador.
Los nuevos gobiernos autoritarios inculcan eso a las futuras generaciones casi
desde que nacen. Reforman leyes, pisotean derechos constitucionales, sacrifican
a sociedades enteras, e instauran nuevos gettos… todo ello, para mayor gloria
del Poder y el Orden Establecido.
Ahora, que la
convivencia con mis arrugas y mis primeros achaques, me han dotado de paciencia
y una gota de sabiduría, veo muy diferentes las cosas a como las vivía en mi
efusiva juventud. Recuerdo que me torturaron hace treinta años con un trabajo
sobre “1984”, de George Orwell, una auténtica losa soporífera. Sin embargo, la
he releído hace muy poco, ya bien sobrepasada la cuarentena, y me ha cautivado.
La visión de este escritor británico, valiente, comprometido con el pueblo,
condenado por el nazismo que se extinguía y acosado por las nuevas filosofías
de dictaduras encubiertas que renacían en Europa y EE.UU. tras la Gran Guerra.
En serio, recomiendo su lectura, porque el corazón se me amarga al descubrir
los mismos miedos que convirtieron a Orwell en un maldito, en la España, la
Europa y los EE.UU. de hoy. Si el pobre George levantara la cabeza de su fosa,
pensando que su maravillosa “1984” iba a servir a generaciones futuras para
aprender de sus errores… se volvía a meter en su tumba otros setenta años.
No quiero caer en la
crítica manida de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana aprobada por la
apisonadora absolutista del Partido Popular ayer en el Congreso. Entre otras
cosas, porque el fascismo, la sinrazón, el autoritarismo y el Estado Policial
al que nos lleva, ya se descalifica por sí solo. Y sintiéndolo mucho, el que no
lo vea así, espero que no se las tenga que ver nunca con un fornido muchachote
de la Policía Nacional o la Guardia Civil, porque prácticamente pueden hacer
contigo lo que quieran: desde arruinar tu vida a base de multas sin arbitrio de
juez (ahora ellos son “la justicia”, como decía el Juez Dredd), a mancillar tu
honor (ellos tienen presunción de veracidad). Es decir, que da igual que usted
tenga la razón, si él dice negro, es negro. Y si pretende usted demostrar su
alegación grabando al susodicho uniformado, craso error, 30.000€ de multa… y ni
se le ocurra difundirlo a un medio de comunicación o a sus amigos: 60.000€ y
posible pena de prisión. En fin, esto sólo por citar algunos puntos simpáticos
de la nueva criatura del PP. Cuanto más leo, más nervioso me pongo.
Dicho esto, vuelvo a
Orwell, ese genio visionario del siglo pasado. Se acaba de publicar un libro
sobre su vida, “Orwell, a life in letters”, en el que se recoge una demoledora
carta suya, en la que describe un sobrecogedor Primer Mundo de finales del
siglo XX. Una carta que más tarde reconoció que fue el germen de su maravillosa
obra, “1984”, y la no menos impresionante “Rebelión en la granja”. Voy a citar
sólo algunos párrafos de esa carta, para que el que me lee sopese si no nos
encontramos en el despiadado mundo que él profetizó.
“Me
temo que, desgraciadamente, el totalitarismo está creciendo en el mundo. Hitler
pronto desaparecerá, pero a costa de fortalecer a Stalin, a los
supermillonarios estadounidenses e ingleses, o a los pequeños fuhrers al estilo de De Gaulle”.
“En
el mundo que veo venir, en el que dos o tres superpoderes tendrán control
absoluto, 2+2 será igual a 5, si así lo desea el fuhrer de turno”.
“La
mayor parte de la élite poderosa o intelectual inglesa, se opone a Hitler y
apoya a Stalin. Cuando rascas un poco, la mayoría de ellos apoyan policías secretas, métodos dictatoriales y la
sistemática falsificación de la Historia siempre que beneficie a los nuestros”.
“Los
Gobernantes proclaman que todo es por
una buena causa, y el pueblo no reconoce los síntomas siniestros. En
realidad, sólo se está ayudando a legitimar el autoritarismo”.
“Desde que la guerra contra el totalitarismo comenzó
en España, en 1936, creo que la causa que defendí sigue siendo la más honesta.
Sin embargo, para que continúe a través del tiempo siendo la más honesta,
necesitamos una autocrítica constante”
“Mientras
escribo esto, seres humanos muy, muy civilizados, sobrevuelan sobre mi cabeza,
dispuestos a matarme”.
“Ellos no sienten ninguna enemistad hacia mí como
individuo. Yo tampoco hacia ellos. Sólo están haciendo su tarea,, como dice el proverbio. La mayoría de ellos, no
tengo ninguna duda, son buena gente y jamás cometerían un asesinato en su vida
privada. Por otro lado, si alguno consigue matarme hoy, tampoco tendrá ninguna
pesadilla. Están sirviendo a su país
y eso parece que les absuelve de todo mal”.
Bueno, pues ahí queda eso.
Setenta años de Humanidad, guerras, revoluciones y escuetos momentos de paz y
convivencia, y aquí nos hayamos de nuevo. Sirva de anécdota, que George Orwell,
voluntario de las Brigadas Internacionales, héroe condecorado de la Guerra
Civil Española, regresó a su querido Londres cuando Francisco Franco, aprendiz aventajado
de fuhrer, instauró su
dictadura.
Con sus artículos periodísticos, sus maravillosos libros inmortales
y sus entrevistas radiofónicas, dio amparo y aliento a los millones de
españoles que se tuvieron que meter el orgullo y su pena en una maleta y
exiliarse a Sudamérica y Europa. Orwell los elevó a categoría de héroes, por su
sacrificio y su maldición, por su exilio forzado por defender la democracia
ante la barbarie de la dictadura y el fanatismo ultra católico, por atravesar
huyendo medio mundo, para encontrarse de nuevo, a los pocos años, con los
Hitler, Mussolini, Pinochet, Videla y tantos otros iluminados y salvapatrias.
Este mundo de hoy no es
aquél de Orwell. A las dos semanas de escribir esta carta, un misil V2 alemán
cayó en su calle de Londres, haciendo una masacre entre sus vecinos, convirtiendo
su barrio en un cráter e hiriendo a su familia. Fue como un aviso, una
premonición… si te enfrentas al poder, al autoritarismo, hasta la suerte mira
para otro lado, y captas la atención de la Muerte. Aquel aterrador mundo que él
vivió costó ciento diez millones vidas inocentes. Pero, debo reconocer, que
cada ley que se reforma, cada decreto que se aprueba, cada derecho fundamental
que se pisotea para consagrar el status de unos pocos privilegiados, nos acerca
siniestramente a ese mundo sobrecogedor.
Grande Orwell, valiente, comprometido con el pueblo,
inmortal. La lectura, la educación y la cultura perjudican seriamente la
ignorancia, tan querida por los que ostentan el poder.