EL ADIÓS DE LOS DIGNOS
El hueco que ellos dos
han dejado en la historia de España se me antoja irreemplazable. Uno guió al
pueblo español, después de cuarenta años de dictadura, a través de una
transición que convirtió a mi país en ejemplo de civismo y de cambio hacia una
democracia de manera pacífica. El otro, demostró que se puede ser alcalde de
una gran ciudad, vivir y morir con el respeto y amor de sus ciudadanos, cumplir
sus promesas, y transformar ( a mejor) su municipio desde los cimientos,
dejándolo con deuda CERO EUROS.
Sí, no es ciencia
ficción. Es posible heredar una urbe como Bilbao, anquilosada en una ría negra
y sucia, atestada de polígonos industriales carcomidos por el óxido, y a base
de paciencia y determinación, convertirla en lo que es hoy. Iñaki Azkuna,
hombre de ademán campechano, del PNV, y alcalde de Bilbao durante quince años, obró
el milagro, de colocar a su ciudad entre las más limpias, bellas y modernas de
Europa.
En el año 2013, la Fundación
City Mayor le concedió el Premio a Mejor Alcalde del Mundo, por su trayectoria
y legado como alcalde de Bilbao. El cáncer se llevó a un hombre irrepetible,
ejemplo obligado para los que empiezan en el mundo oscuro de la política.
Descanse en paz.
El otro héroe, no tengo
el menor reparo en calificarlo así, fue Don Adolfo Suárez, primer Presidente de
la joven democracia española, desde 1976 a 1981. Y lo califico así, porque
entregó (literalmente) su vida por España. Tuvo la capacidad de cambiar su ideología
(militó en Falange Española durante el franquismo), se enfrentó abiertamente
contra la casta militar de la dictadura, legalizando por su cuenta y riesgo al
Partido Comunista, a CC.OO. y U.G.T., permitiendo el retorno del President de
la Generalitat de Cataluña en el exilio, aprobando la Reforma Política que dio
como resultado la democracia que hoy nos alumbra, la Reforma de la Seguridad
Social, y un sinfín de medidas que abordó en menos de cuatro años, con una
determinación rozando la insolencia.
No se hizo justicia con
su obra. El Congreso y su propio partido político eran un nido de víboras,
ávidas de poder, que lo defenestraron por una ventana. “Sólo” se han tardado 25
años en hacerle justicia, en reconocer los arrestos que tuvo en vida, cuando un
fantasma con tricornio lo apuntó con una pistola y él permaneció erguido en su
sillón, sabedor de que la dignidad era lo único que ese malandrín fascista no
podía arrebatarle. No, no se arrodilló, al igual que Santiago Carrillo o
Gutiérrez Mellado… pero eran otros políticos, otros tiempos, otros ideales y
otra vergüenza.
Al fin el pueblo
español está abriendo los ojos. Los miles de madrileños que guardan horas de
cola para presentar su respeto al mejor Presidente que España tuvo, ahora se
dan cuenta de lo que se ha perdido. Y la herida es aún más dolorosa cuando se
compara a ese hombre valiente, enérgico, pacificador, conciliador, negociador…con
la casta de pavos reales que ahora se pasean por el Congreso. Altivos,
orgullosos, aristócratas sanguijuelas, que no tienen el menor pudor en vender a
su pueblo a los intereses de las multinacionales, a sacrificar sus derechos y
su bienestar en pos de la riqueza de unos pocos…
Los mismos buitres que
lo mataron en vida, que lo arrojaron a un olvidadero, hoy actúan de plañideras
ridículas, sabedores de que el pueblo español tiene muy mala memoria, de que no
aprende de sus errores. Es triste, pero la verdad duele. La mediocridad del
payaso que hoy nos gobierna y de su lamentable séquito de ministrillos, la
impotencia de un líder de la oposición condenado por olvidarse del pueblo en el
anterior Gobierno, y el resto de vacas sagradas del Hemiciclo, que se niegan a
soltar su escaño, cual percebe a una roca… hacen obligada la comparación con
los grandes hombres que nos están dejando.
El daño que estos
parásitos hacen a la democracia es tremendo, y contribuyen a que el malestar
del pueblo se transforme en ira, como se ha comprobado el 22 de marzo en las
Marchas por la Dignidad, que por mucho que la prensa ultra derechista se
esfuerce en presentar en una horda de salvajes bolcheviques, es la expresión de
que la gota ha colmado el vaso. El pueblo, al fin, ha despertado, y más de un millón
de voces exigieron dignidad delante del Congreso, a la vez que expiraba el
aliento del más valiente, entregado y digno de los hombres de la democracia española.
“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen
pierden el respeto”.
Cardenal de Retz
(1613-1679), político francés.
“Cuando el Gobierno viola los derechos del pueblo, la
insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los
deberes”.
Marqués de la Fayette,
(1757-1834), militar y político francés.