domingo, 26 de mayo de 2013

EL ECTOPLASMA


EL ECTOPLASMA

Ectoplasma, más conocido vulgarmente como espectro o fantasma, es una palabra que en lengua griega se traduce como “aparición”. Es la mejor definición que se me antoja fiel a la personalidad de ese proyecto fallido de ser humano, que tiene la fea costumbre de manifestarse cuando menos se le necesita, y que responde al nombre de José María Alfredo Aznar (sí, con tres nombres de pila, como Dios manda).

Admirado, idolatrado por empresarios, políticos, periodistas y votantes vinculados a sectores ultra conservadores. Odiado y perpetuo en el recuerdo, como una trágica pesadilla, para los  amantes de las políticas progresistas, mal denominadas “de izquierdas”. Desde luego, nuestro ex presidente del Gobierno, que dirigió el destino de España con puño de hierro desde 1990 hasta 2004, no deja a nadie indiferente.

Sus nostálgicos fans, aluden al milagro económico español, el de los millones de puestos de trabajo que dio la construcción, el de los pelotazos inmobiliarios que convirtieron a arriesgados empresarios y corruptos políticos en millonarios, de la noche a la mañana. Eso no se le puede negar. En la época vacas gordas, no había quien le chistara, todo el mundo estaba gozoso de tanta orgía económica. Mi país hervía con el “España va bien”.

Pero si algo he aprendido con mis años de lectura y de amor por la historia, es que la objetividad, el juicio justo, sólo te lo otorgan el tiempo, la sabiduría que dan las canas (la experiencia de lo vivido), y el acceso a la información, por supuesto. Y cuando asisto a una nueva aparición del ectoplasma, acuden a mi memoria episodios de la historia de España, que también hay que sumar a los antes mencionados, y claramente a su favor.

Para empezar, como ya dejaron para la posteridad grandes hombres como José Luis Sampedro o Julio Anguita, él fue el principal responsable de la monstruosa crisis que nos ahoga. Sí, él aprobó su Ley del Suelo de 1998, y con ella llegaron la especulación urbanística, la corrupción desbocada… y, para comprar voluntades, los albañiles y escayolistas cobrando 2400 euros al mes. Para redondear la faena, paralelamente reformó la ley que limitaba los fondos de seguridad financiera, y permitió que los bancos se endeudaran hasta las cejas, mediante créditos de grupos bancarios alemanes. ¿Os suena el concepto “Burbuja Inmobiliaria”? Pues nació con el ectoplasma.

Con su mandato, con su desidia a la vigilancia de la prevención de riesgos laborales, los accidentes mortales en el trabajo se incrementaron un 42% de 1996 a 1999. El precio de la vivienda subió a un ritmo del 17% anual, para llegar a duplicare durante su mandato de 1996 a 2004. Nadie, ni siquiera su amigo George Bush, consiguió esa catastrófica machada.
El ectoplasma nos convirtió en miembros fundadores del euro en 1998 y, al no legislar el “redondeo” de equiparación con la antigua peseta, los precios se incrementaron un 25% de un día para otro. Aznar aprobó en 1996 su “Programa de modernización del sector empresarial público español”, mucha verborrea que resumo yo rápidamente: privatizó Telefónica, Endesa, Aceralia, Argentaria, Tabacalera, Repsol y Gas Natural. Qué bien le vendría al pueblo español ahora, esos dividendos… sólo con los beneficios de todas ellas en 2012, dejaríamos atrás de largo la crisis. Especialmente le estará agradecido el Sr. Villalonga (compañero de pupitre en el colegio de José María y Rodrigo Rato) y su consejo de administración, que se repartieron 70.000 millones de pesetas en bonificaciones, por la privatización de Telefónica. Eso sí que es un plus y lo demás son mamandurrias.

En 1999, nuestro ex presidente votó a favor del bombardeo de la OTAN en Yugoslavia, provocando miles de muertos civiles, en suelo europeo. En 2002, el ejército español desembarca en Afganistán (ahora bajo bandera de la ONU), y se convierte en la misión internacional que más militares muertos ha ocasionado a nuestro país. Mis canas ya han confirmado que toda esta intervención no fue más que servilismo ante los EE.UU., en una guerra encubierta en la que jamás debimos estar.

Y llegamos a la guinda de nuestra política internacional: 16 de marzo de 2003, Cumbre de las Azores. George Bush, Tony Blair, Durao Barroso y Aznar, se confabulan y actúan de mamporreros del todopoderoso ejército de los EE.UU. y deciden que la mejor manera de devolver la democracia a Iraq, es arrasarlo con misiles, masacrar a 2 millones de iraquíes civiles, y provocar la mayor tragedia humanitaria del siglo XXI, con 3 millones de desplazados. Por cierto, el ectoplasma sólo ha tardado ocho años en admitir que el principal  pretexto de aquella guerra (existencia de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein) no fue más que un engaño de la CIA. Eso sí, insensible a los seis millones de españoles que protagonizaron la mayor manifestación de rechazo en 30 años de democracia, y  a los familiares de los militares muertos en aquella vergüenza, admite soberbio que volvería a actuar de igual manera. Se mantiene en su línea habitual, frío como el acero, insensible, orgulloso.

Su prueba de fuego fue, quizá, el enfrentarse a los 75 muertos (62 de ellos militares españoles) del accidente aéreo del Yakovlev 42 en Turquía. El Gobierno Español echó la culpa de la desastrosa organización del vuelo a la OTAN, cuando el mismo fue gestionado por nuestro Ministerio de Defensa, entonces en manos de ese otro engendro político llamado Federico Trillo. De hecho, estos vuelos eran subcontratados a compañías dudosas con aviones ex soviéticos en muy mal estado, que incrementaban su precio por diez, al pasar por hasta 9 intermediarios, también de dudosa identificación. De hecho, de los más de 142000 euros que pagó Defensa por ese vuelo, sólo 43000 fueron a parar a la compañía. El resto, se perdió por el camino. El mes anterior al desastre, se recibieron en el Ministerio 14 quejas formales de mandos militares y soldados, por el lamentable estado de los aparatos. Aún peor fue el dolor provocado a las familias de las víctimas, cuando exigieron una segunda autopsia y las pruebas de ADN confirmaron que el 70% de los cadáveres eran en realidad un amasijo de restos de varias personas en el mismo ataúd. Las prisas en los funerales, por las muy próximas elecciones, ordenadas por Federico Trillo, originaron esta chapuza. De todos modos, él, señalado por todos los familiares como máximo responsable, quedó libre de culpa en el juicio posterior, al cargarle el mochuelo a un general, un comandante y un capitán. Después de todas estas irregularidades, ni un solo alto cargo del Gobierno de Aznar dimitió ni fue cesado. La Audiencia Nacional condena a los tres militares a tres años de cárcel en 2009…y el 19 de mayo de 2012, son indultados por nuestro querido Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Ya estamos en paz, señores.

En noviembre de 2002, otro desastre saca los colores al impasible José María: el hundimiento del petrolero Prestige. El vertido de setenta mil toneladas de fuel provoca la mayor marea negra de la historia de Europa, y pone de manifiesto la falta de previsión y de actuación del Gobierno Español. Manuel Fraga (Presidente de la Xunta) siguió pegándole tiros a las perdices en un coto de Salamanca, después de ser informado del desastre, y no apareció en los medios hasta 8 días después. Álvarez Cascos (Ministro de Fomento) ordenó a Comandancia Marítima prohibir la entrada en puerto gallego del buque, y alejarlo de la costa. La primera medida hubiera localizado la catástrofe en una zona de pocos kilómetros de litoral (así se manifestó el CSIC, según informe de protesta a la versión oficial. La segunda, la trágicamente adoptada, propició que la fuerte marea afectara a los 1600 kilómetros que van desde las Rías Baixas hasta Francia. Brillante, Sr. Ministro. Por cierto, el ectoplasma “sólo” tardo en visitar Galicia 31 días, y no puso un pie en playa o cala alguna afectada por la marea negra. De todas maneras, lo que realmente molestó a Aznar no fue esta serie de catastróficas decisiones (archivadas sin una sola dimisión), sino la masiva respuesta espontánea del pueblo español, que envió a las playas gallegas a decenas de miles de voluntarios a quitar “chapapote”, a costa de su salud y con medios precarios. Ya era imposible ocultar la tragedia a este país, a pesar de la censura de los medios informativos. Eso no entraba en los planes.

Para terminar, el jueves 11 de marzo de 2004, tres días antes de las elecciones generales, se produjo el más brutal atentado terrorista de la historia de España. Diez tremendas cargas explosivas detonaron en cuatro puntos diferentes de Madrid. El balance aterrador, 191 muertos y 1500 heridos. Cuatro horas después de los atentados, Aznar en persona llama a los directores de los principales periódicos y cadenas de TV españolas, asegurando que el atentado tiene el sello de ETA. Ana de Palacio, Ministra de Exteriores, ordena a sus embajadores y cónsules que hagan lo mismo, y señalen a ETA. Sin embargo, fuentes de la Guardia Civil, Policía Científica, CEDACS, CIA, y servicios secretos británicos, franceses y marroquíes, dudan de la versión oficial y apuntan al terrorismo islámico radical como autor de la masacre.

Inmediatamente, miles de españoles espontáneamente, se agrupan frente a las sedes del PP, y airean sus protestas por la manipulación informativa del Gobierno, que se empecina en la conexión vasca. El posterior juicio en la Audiencia Nacional, en 2007, confirmó que no existía prueba científica alguna en la dirección de ETA, y que toda la responsabilidad del atentado era del grupo islámico yihadista que se inmoló en Leganés. La sentencia fue ratificada por el Tribunal supremo en 2008. En total, 12 jueces aprobaron por unanimidad el veredicto, desarbolando la cabezonería de Aznar.

Hasta aquí hemos llegado con los claroscuros del gobierno de José María Aznar. En el próximo artículo, en breve, atenderemos a las actuaciones de este señor irrepetible, posteriores a su carrera política o descubiertas recientemente, que tienen más jugo que todo lo mencionado antes. Hasta pronto, cómplices.

viernes, 17 de mayo de 2013

SÍ SE PUEDE.


SÍ SE PUEDE.

La esperanza es el sueño del hombre despierto”.

Qué razón tenía Aristóteles, allá por el trescientos y pico antes de Cristo. Ellos, los que se creían todopoderosos en una de las cunas de la corrupción de este país que se desangra lentamente, ahora ven tambalear su poder. Ni el más animoso de los familiares de las víctimas del accidente del Metro de Valencia, que el 3 de julio de 2006 segó 43 vidas y mutiló horriblemente a 47 personas, pensaba que este día llegaría.

El Fiscal Superior de la Comunitat Valenciana, Ricart Cabedo, ha abierto diligencias de investigación penal sobre la declaración de testigos en la Comisión de Investigación de las Corts Valencianes, por el accidente de la Línea 1 del Metro de Valencia. El siniestro más trágico de la historia de España, y el tercero de Europa, había quedado en el olvido, los poderosos, los profesionales de la política, los carroñeros de lo público, los “sin corazón”, habían vencido. Todo era un vago recuerdo, hasta que esa “mosca cojonera”, el “follonero” Jordi Évole, volvió a resucitar el tema, en “Cero Responsables”, el que quizá haya sido el más serio de todos los capítulos de “SALVADOS”. Por cierto, este episodio es la prueba principal que ha levantado las sospechas del fiscal, aportada por Ana Barceló y Francesc Signes, parlamentarios del PSPV, como denunciantes.

Antes de la emisión de este programa, en la Plaza de la Catedral de Valencia, unas escasas 300 personas se reunían el día 3 de cada mes, para reclamar justicia y responsabilidad (esa palabra maldita para el político español) por las negligencias, amenazas, presiones, intentos de soborno y demás actitudes mafiosas que algunos personajes importantísimos del Gobierno Valenciano tuvieron con los familiares de las víctimas, agrupados en la Asociación de Víctimas de Metro 3 de Julio. El viernes 3 de mayo de 2013, el primero tras la emisión del programa, más de diez mil personas abarrotaban la misma plaza, lanzando consignas de indignación y sed de justicia, hacia aquellos que tanto esfuerzo habían puesto para adormecer a los valencianos. Casi les sale bien, saboreaban ya la impunidad, y sólo les quedaban poco más de dos años para que todos sus delitos prescribieran.

Y no fue la declaración de hombres valientes, auténticos héroes a mis ojos, que se han atrevido a señalar con el dedo a los directivos del Metro de Valencia, a los Consejeros de Fomento, Obras Públicas y Agricultura de la Generalitat, a su ex Presidente, el “bien trajeado” Camps, o a la Alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, como instigadores de un CÓDIGO DE SILENCIO. Estos conductores del sub-urbano, responsables de seguridad e incendios, bomberos, policías y testigos presenciales, han admitido que sufrieron presiones mafiosas, intentos de soborno, chantaje y, en el caso de los trabajadores públicos del Metro, sanciones y expedientes por abrir la boca.

Pero, como digo, no fue esto lo que ha obligado al fiscal a abrir la investigación de nuevo. La gota que ha colmado la paciencia de los indignados, ha sido el vergonzoso, repugnante y cómplice silencio de Juan Cotino, hoy Presidente de las Corts Valencianes, y en el momento del siniestro, Consejero de Agricultura. Jordi Évole lo acorraló con preguntas simples, escuetas, incisivas, ante el numeroso público de una feria, y este monigote lamentable, se limitó a sonreír, a mostrar su perfecta ortodoncia, y a espetarle un “no tengo nada que decirle”.
Él es el que tomó las riendas de la negociación de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas, a las que hacía un documento por el que se comprometían a no pedir responsabilidad política al Gobierno Valenciano de Francisco Camps. Él es el que contrató a la empresa consultora H M SANCHÍS,  para que aleccionara a los directivos y testigos de la Comisión de Investigación, para que testificaran exactamente lo mismo: lo fortuito e imprevisible del accidente, y la absoluta seguridad de la Línea 1, a pesar de las decenas de denuncias de los delegados sindicales de prevención de riesgos de CC.OO. y UGT del Metro de Valencia. Él, este buitre sádico, fue el que después de salir todos los responsables políticos de rositas y endosarle todo el marrón al conductor del Metro (muerto en el accidente, claro), organizó un almuerzo en el restaurante más caro de Valencia, para celebrarlo, y lo cargó a las arcas públicas de los valencianos.

Gracias a la heroicidad de los trabajadores públicos que, a pesar de los castigos y amenazas han denunciado este crimen silenciado; a los familiares de las víctimas de ese fatídico 3 de julio de 2006, y a los periodistas que, como Jordi Évole, sueñan despiertos… España es hoy un país mejor, que quiere sacarse de encima la podredumbre que políticos, banqueros y empresarios corruptos, nos han echado encima durante tantos años.

Mientras el pueblo no agache la cabeza, mientras se denuncie la injusticia, y se persiga a estos buitres que desangran mi tierra, el grito de los indignados se hará cada vez más fuerte: “SÍ SE PUEDE”.