sábado, 26 de abril de 2014

GRACIAS, TITO.

GRACIAS, TITO.

Gracias, Tito Vilanova, por tu ejemplo de lucha, por tu honestidad, por tu humildad, y por tu valor. El puñetero cáncer se ha llevado a otro de los grandes. El deporte (en general) y  el barcelonismo (en particular) han perdido a un icono, a uno de esos hombres señalados por el destino, para perdurar en el recuerdo, inmortal.

Él empezó con catorce años en La Masía, en la cantera del Barça, y aunque no saboreó las mieles del Olimpo de los astros del fútbol, nunca, jamás, tuvo una queja por su suplencia. Se retiró como deportista, pero el deporte ganó un grandísimo entrenador. El alma gemela de Pep Guardiola, siempre en la sombra, siempre en la retaguardia de aquél que regaló los mejores cinco años de fútbol a Europa. El que hoy es flamante entrenador del Bayern de Munich, volvía su mirada al banquillo, cuando las cosas se ponían mal, buscando el consejo del sabio Tito. De hecho, cuando éste tuvo que retirarse para comenza r su criminal tratamiento contra el cáncer, seguía asistiendo a su amigo y primer entrenador con un teléfono móvil, desde el hospital.

Cuando Guardiola terminó su obra en el Barça, después de ganar 17 trofeos de los 19 posibles en los que participó, en cinco años, Tito tuvo el valor de tomar las riendas del equipo. Fue esa liga en la que el F.C. Barcelona batió todos los récords posibles y  la increíble barrera de los cien puntos. Cuando estaba, al fin, saboreando las mieles del triunfo, después de tantos años de esfuerzo discreto, el puto cáncer volvió a reclamar su vida.

Él se ha ido, pero su obra perdurará por siempre, su legado, la forja de un equipo irrepetible, de un estilo de juego mágico, que contagió a la selección española de fútbol y la convirtió en la campeona del mundo. Lo que hoy es España en la historia de este deporte, en gran parte se lo debe a él, y si no que se lo pregunten a Vicente del Bosque.

La vida no ha sido justa contigo, Tito, se te ha llevado con sólo 45 años… demasiado pronto, para disfrutar de tu gloria merecida. Si te sirve, allá donde estés, te llevas la devoción de los culés (que quizá un poco tarde, se han dado cuenta de lo que han perdido), y el respeto de los amantes de este deporte.

Yo, a pesar de pertenecer a una saga familiar de seguidores del Real Madrid, sólo puedo rendirte tributo por predicar con el ejemplo, con tu honradez. Sólo puedo decir… 
GRACIAS, TITO, POR TODO.


miércoles, 9 de abril de 2014

VÍCTIMAS DE SEGUNDA

VÍCTIMAS DE SEGUNDA

Son los olvidados, o mejor dicho, los que nuestro honorable Gobierno pretende hacer caer en el olvido. Hoy mi recuerdo es para José Couso Permuy, Taras Prostyuk, Tarek Ayoub y los otros nueve periodistas muertos en la guerra de Irak (entre ellos Julio Anguita Parrado).

Parece que fue ayer, y hace ya once años que los que pensamos que la justicia está por encima del dinero, esperamos eso mismo: JUSTICIA. El 8 de abril de 2003, las tropas de EE.UU. entraron a saco en Bagdad, arrasando todo a su paso, y disparando a cualquier cosa que se moviera. Un reactor estadounidense destruyó con un misil la sede de la televisión qatarí Al Jazeera, asesinando al periodista jordano Tarek Ayoub, de 35 años.

Después, un tanque M1 Abrams revisó la zona del impacto, para girar más tarde su enorme cañón de 120 mm hacia el Hotel Palestina. Desde el piso 15, el cámara ucraniano de la Agencia Reuters, Taras Prostyuk, de 35 años, grababa desde hacía un buen rato el asesinato.

En el piso 14, José Couso, cámara de Telecinco, de 37 años y padre de dos hijos, hacía lo mismo, cumplir con su trabajo de informar al mundo de la verdad. Ni más ni menos, la verdad. Desde el principio de esa maldita guerra en la que José María Aznar nos metió, con esa payasada de Las Azores, estos periodistas se limitaron a informar de lo que veían, de la barbarie de la guerra y de los excesos cometidos (de ambos bandos). No puedo imaginar la cara de asombro, de incredulidad,  cuando ambos vieron dispararse ese cañón, apuntándolos fijamente. Mayormente, porque fue el Alto Mando Estadounidense el que ubicó en el Hotel Palestina a la prensa internacional (incluidos los reporteros norteamericanos) y el que otorgó permiso a Al Jazeera para retransmitir desde sus oficinas en la orilla opuesta del río Tigris.

He dicho bien cuando pronuncio la palabra ASESINATO. Y toda esta acción cobarde del ejército estadounidense, apesta aún más, cuando esa misma mañana del 8 de abril, ordenó a los reporteros de EE.UU. abandonar el Hotel Palestina y los llevó a un emplazamiento seguro yanqui. España, a través del juez Santiago Pedraz, era el único país del mundo que había tenido el valor de ordenar detención internacional contra los tres militares del tanque, el oficial al mando y el general que dio la orden. ¿Saben cómo se llamaba la compañía a la que pertenecía ese tanque? ASSASSINS. Parece una broma del destino, ¿verdad?
Nuestro Gobierno, nuestro Presidente bufón,  y la imagen de mi país, ha caído por los suelos, al rendir la Justicia Universal, a los poderes económicos de EE.UU. y China. ¿Por qué Don Mariano, tan preocupado por la participación popular cuando le interesa, no sometió esta reforma a la voluntad del pueblo español? Es más que probable que se hubiera encontrado con un guantazo electoral, que la gente de la calle hubiera optado por la dignidad de las víctimas de las repugnantes guerras que el Gendarme del Mundo va librando donde tiene intereses. 
España se ha arrodillado, su Presidente ha mancillado una imagen que fue la envidia del mundo civilizado, para poder hacerse una foto agarradito a Obama, y para comer las migajas que se caen del plato del Presidente chino. Los jueces, los que avisaron al patético Ministro Gallardón y a nuestro sumiso Presidente de las consecuencias de la ley que estaban a punto de aprobar, no se equivocaron. Sólo han bastado unas semanas, para convertirnos en el hazmerreir de Europa. Años de investigación de la Guardia Civil, topos y espías jugándose la vida, y mucho, muchísimo dinero invertido en capturar en aguas de Almería a un pesquero con casi diez toneladas de hachís. Sus ocho tripulantes (egipcios) no están en la cárcel, NO.

El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, se ha visto obligado a ponerlos en libertad, en aplicación de nueva Reforma de la Justicia Universal de nuestro pomposo y estirado Alberto Ruiz Gallardón. Muy bien, Sr. Ministro, se está usted atiborrando de gloria, y tenga por seguro que van a venir más escenitas por el estilo. Su ley pone en libertad a narcotraficantes, mientras condena al olvido a las víctimas del asalto a la embajada de Guatemala, a los misioneros españoles de la guerra de Ruanda, o a José Couso, por ejemplo.

A sus ojos, Don Alberto, son víctimas de segunda, son muertos incómodos para los podridos intereses económicos de los que amparan a su Gobierno. Igual que los miles de muertos que pueblan las cunetas de esta España mía, impotente, dormida… y que usted y su impresentable jefe quieren sepultar bajo más tierra. Sera, quizás, porque le sacan los colores, le hacen aflorar esa vena franquista que lleva en sus genes, y que usted tanto se esfuerza en ocultar. Espero que algún día, el pueblo español despierte por fin, y ponga a todas las víctimas en el mismo escalón, y que a usted y a los suyos, los condene al más miserable de los olvidos… malditos buitres usureros.


jueves, 3 de abril de 2014

CONDESA A LA FUGA

CONDESA A LA FUGA

Eran las cuatro de la tarde, y el policía local de Madrid vio un Toyota Verso aparcado en el carril bus. Hizo señas a su compañero, y se dirigió raudo a sancionar (merecidamente) al ocupante del vehículo. Doscientos eurazos que le iba a endosar al iluso conductor… pero, ay, no era su día de suerte.

No era un madrileño más el conductor. Era Doña Esperanza Aguirre, ex Presidenta de la Comunidad de Madrid, Presidenta del Partido Popular de Maadrid, Condesa Consorte de Bornos y Grande de España, por su matrimonio con Don Fernando Ramírez  de Haro y Valdés, XVI Conde de Bornos. La cara de ese pobre policía se tuvo que arrugar como una pasa, pero el hombre apechugó y cumplió su deber, consciente de que ya era objetivo de decenas de móviles espías. Le pidió la documentación y empezó a tramitar la denuncia, como a cualquier otro madrileño pillado in fraganti.

Entonces fue cuando salió a la luz la soberbia, la casta, la nobleza rancia de la Sra Condesa, que le espetó un escueto –“¿Qué? Bronquita y multita, ¿no?”. La Grande de España se cansó de recibir tanto castigo público, un insignificante funcionario público la había devuelto al planeta Tierra, y la había tratado con el mismo rasero que a cualquier ciudadano. Esto era más de lo que podía soportar. Arrancó su vehículo, sin tiempo a que el agente le entregara la multa, y arrolló su moto, tirándola al suelo. Salió como una posesa, maldiciendo, y desoyendo las órdenes de “Alto” de los policías.

Otra patrulla de la Policía Local, al ver darse a la fuga el Toyota, tras arrollar a su compañero, se sumó a la persecución, sin que la Sra Condesa atendiera las órdenes de parar el vehículo. La peligrosa carrera terminó con la orgullosa Esperanza, entrando como un elefante en una cacharrería en su garaje, y refugiándose en su lujosa vivienda del muy castizo y muy elegante barrio de Malasaña. Qué vergüenza la de aquellos siete agentes de la Policía Local aporreando la puerta, para entregarle la correspondiente multa de doscientos euros. Pero no salió ella a firmarla, no.

Envió la Grande de España a los dos guardias civiles que custodiaban su mansión, para ofrecer el parte amistoso de accidente al guardia arrollado. Qué desfachatez la de aquel insultante funcionario, que no aceptó el ofrecimiento y además, requirió su presencia para notificarle personalmente la multa. Se mascaba la tragedia, qué dirán los adinerados vecinos… La Sra. Condesa se negó a salir a la puerta, y el policía local ultrajado, informó a los guardias civiles de que acto seguido iba a denunciar a la Muy Grande, Muy Noble y Muy Indignada Esperanza Aguirre por la agresión anterior y por no obedecer las órdenes de los agentes, y por poner en peligro la vida de otros madrileños, al protagonizar la absurda persecución.


No, no se levantó con buen pie ese pobre funcionario público, que se limitó a cumplir su deber, a sancionar a un vehículo mal estacionado, igual que hubiera hecho con cualquier otro madrileño. Ya veremos en qué queda la denuncia, y en qué queda el día en que un triste policía local trató a Doña Esperanza Aguirre, como a un ciudadano más. ¿Presionarán sus superiores y Doña Ana Botella al agente, para que se olvide todo, o se maquille la denuncia? Ya veremos. 

Qué mala suerte. Hombre de Dios, al reconocer la Sra Condesa, ¿no te hubiera resultado más rentable tragarte la multa y despedirla con una reverencia? Si es que no puede ser…No sabes con quién estás tratando. Las normas, las leyes, el Código de Circulación, los “altos” de la Policía Local, las sanciones, esa pintura amarilla en el bordillo del carril bus… esas mamandurrias (como dice ella) son para el resto de los mortales. Ella está en otra galaxia, en el Olimpo de los señalados por el Altísimo para sacar a España de su maldición. Ay, esos tiempos en los que su dedo índice te apuntaba y te decía solemne –“Usted no sabe quién soy yo”.