domingo, 31 de marzo de 2013


ESCRACHE.

Funa en Chile, Roche en Perú, y Escrache en Argentina, Uruguay y España. En el Río de la Plata del siglo XVIII, el escracho era sinónimo de estafa, y parece tener su origen en la palabra scraccé, introducida por comerciantes genoveses, y que aludía al retrato de una persona fea. Según la Academia Argentina de las Letras, es la “acción de denuncia pacífica popular, en contra de personas acusadas de violaciones de derechos humanos o corrupción, y que se realiza mediante actos tales como sentadas, cánticos o pintadas frente a su domicilio particular o lugares públicos”.

Y es que es así como nació este modo de protesta ciudadana, democrática y pacífica. En 1995, la asociación de derechos humanos HIJOS, realizó los primeros escraches, para denunciar al mundo la vergüenza de los indultos que concedió el presidente Carlos Menem, a los genocidas de la reciente dictadura militar. Proceso de Reorganización Nacional se llamó a la farsa que dejó libres a los mismos monstruos que, casi veinte años después, están siendo procesados por el Tribunal Supremo Argentino y muchos de ellos, condenados a cadena perpetua. No se ha llegado a esta revisión de la historia por la gracia de Dios, sino por la acción popular constante… y el escrache ha sido el arma definitiva de los olvidados, y de las víctimas.

Teatro callejero frente al domicilio del escracheado, pintadas en el asfalto, parrillada en la acera, pancartas, concentraciones y… si nada de lo anterior prosperaba, bombardeo de huevos en la fachada. Y veinte años después, parece que el clamor popular ha hecho estremecerse a la diosa Justicia.

Aquí, al otro lado del charco, el tratamiento del escrache está siendo bien distinto. A sabiendas del poder de convocatoria, y del caldo de cultivo que es la situación actual de humillación y olvido de las víctimas de los desahucios, del paro, etc…  Mariano Rajoy lo quiere erradicar en seco. Da igual que tenga que pasar por encima de los derechos constitucionales del pueblo español (libertad de expresión, de reunión, de libre circulación…), total, ya los ha pisoteado cada vez que le ha parecido.

El Ministro de Interior, en una orden sin precedentes desde los tiempos de la dictadura, ha ordenado a la Policía Nacional identificar y detener a todo ciudadano que se manifieste realizando un escrache a un político. No ha tardado más de un año en hacer suyas las palabras de aquel Manuel Fraga, Ministro de Información de Franco, que pregonó sin sonrojarse –“…la calle es mía”. La está usted pifiando, Sr. Ministro, y mucho, porque muy lejos de apaciguar los ánimos, está usted vertiendo gasolina a las calles. La Confederación Española de Policía, el Sindicato Unificado de Policía, Jueces para la Democracia, Izquierda Unida, Sindicatos y asociaciones de derechos humanos ya han reaccionado, tachando de auténtica bestialidad propia de dictadura bananera, su orden inquisitorial.

“Proteger a un político amenazado, como a cualquier ciudadano, es una función de la Policía Nacional que no necesita recordatorio del Ministro de Interior. Pero identificar y detener a alguien, sin cometer una infracción, es una barbaridad.” Son palabras de José Mª Benito (portavoz del S.U.P.) y de Ignacio López (C.E.P.). Lo dicho, Sr. Fernández Díaz, está usted a punto de incendiar las calles, y es tan obtuso que le va a costar el puesto su soberbia.

Ya lo dijo el General Espartero: “…eso lo arreglo yo con una compañía a caballo”. De “vil y cobarde” ha tachado Rosa Díez, presidenta de UPyD, las movilizaciones de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. Ya hace tiempo que decantó usted sus preferencias, dando la espalda al pueblo (aprobando la Reforma Laboral que tanto sufrimiento ha traído al trabajador, guiños constantes al PP, mancillando a las mujeres maltratadas, y ahora esto…). Ojalá se encuentre usted con el peor de los escraches posibles: la pérdida total de la confianza de sus desengañados votantes.

Equiparar a los ciudadanos que realizan escraches pacíficos con la kale Borroka y con el entorno de ETA, como vomitó el retorcido cerebro de Cristina Cifuentes ( Delegada del Gobierno en Madrid) hace unos días, merece como mínimo su dimisión. Pero muy lejos de su retractación, su insensibilidad ya está enviando a ciudadanos que no han cometido delito alguno, a los calabozos. Me encantaría que pusiera el mismo celo en ordenar a la Policía Nacional, que siguiera los pasos de su escurridizo esposo, en búsqueda y captura desde hace varios años, por estafa.

Y para terminar el cuadro, el mismísimo Presidente del Gobierno, en uno de esos atentados terroristas a la oratoria a las que nos tiene acostumbrados, da por hecho que no va a aceptar ni la dación en pago, ni la reforma de la Ley Hipotecaria,  en los términos propuestos en la Iniciativa Legislativa Popular, a pesar del millón y medio de firmas de apoyo.

Ojalá el escrache persiga a los políticos corrompidos hasta sus frías tumbas. Ojalá no puedan descansar una noche más sin maldecir el día que criminalizaron a gente inocente. Ojalá no puedan dar un paso sin que una pancarta, una concentración o una cencerrada les recuerden el día en que sacaron a relucir el fascismo que guardaban en sus retorcidas mentes.

Les recuerdo a todos ustedes, malditos bufones del poder, que fue el escrache del pueblo islandés el que hizo caer un sistema democrático podrido, el que hizo dimitir al 75% de los diputados del Congreso, el que metió en la cárcel a los banqueros corruptos y al Primer Ministro, por arruinar al país, y el que hizo reescribir la Constitución de Islandia.
Tomen nota, Don Mariano y su séquito de payasos aspirantes a caciques, porque un día de éstos, igual necesiten escolta policial hasta para respirar.
OJALÁ…

“La justicia es el pan del pueblo, siempre está hambriento de ella”.
René de Chateaubriand (1768-1848), diplomático y escritor francés.

viernes, 22 de marzo de 2013

HIJO INDIGNO DE ANDALUCÍA


HIJO INDIGNO DE ANDALUCÍA

Ya hacía tiempo que estaba haciendo honores de sobra para merecer unos párrafos en estas páginas. Tras el protagonista del anterior artículo, un andaluz digno de recuerdo por su amor a mi tierra, hoy le toca el turno a su antítesis, a esa caricatura de ser humano llamado Cristóbal Montoro. Él, que vio la luz en Cambil, un precioso pueblo de Jaén, allá por 1950, también será recordado en Andalucía, como Antonio Banderas, pero por motivos muy diferentes.

Desde que accedió a su cargo de Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, no ha tomado una sola medida, ni siquiera una, que haya favorecido a la tierra que le vio nacer. Es más, cada decisión con la que nos sorprende cada lunes, no hace sino empeorar la situación de asfixia fiscal sobre sus paisanos. Y como sé que el pueblo, hastiado ya de corruptos, sinvergüenzas y políticos indignos de sus cargos, se parapeta en su amnesia histórica; voy a dar un rápido repaso por los decretos que este patético bufón defensor de banqueros, nos ha regalado a los andaluces.

Primero, nos dio una cura de sangría con sanguijuelas, al exigirnos unos objetivos de déficit mayores de los que se ha impuesto al Gobierno de España. Obligó a las Comunidades Autónomas a apretarse el cinturón, con unas exigencias que ponían sus miras en el desmantelamiento del Estado de Bienestar, tal y como lo habíamos conocido hasta ahora. Sin complejo alguno, ha vociferado que el control del gasto público está por encima del Derecho a la Educación digna de nuestros hijos, del acceso a la Cultura del pueblo (subida del IVA al 21%, equiparándola con un artículo de lujo), y de una Sanidad Pública que era la envidia del mundo y hoy está rozando el esperpento. Qué gran trabajo está haciendo a los empresarios, a los banqueros, a los grandes terratenientes, a los jerarcas de la Iglesia, que tanto le gustan a usted y sus compañeros de partido.

No, Don Cristóbal, a usted no le agrada nada la actitud de sus paisanos…porque aquí hace ya tiempo que la mayoría nos dimos cuenta de que no les gustamos ni a usted, ni a sus engominados aspirantes a caciques de sombrero de ala ancha y jaca zahína.

El primer aviso fue el guantazo sin manos en la faz de Javier Arenas, ahora salpicado por la sombra de la corrupción de un huracán llamado Bárcenas. Ya se veían los suyos, ávidos de poder sentados en el trono de San Telmo… aaay… las puñaladas que da la vida…..

Los andaluces le hemos plantado cara a usted y a su Presidente, ese pelele en manos de esa dama con forma de adoquín llamada Merkel, y nos lo van a hacer pagar con creces. La Reforma Laboral que usted bendijo, ha hecho más daño en su tierra que en ningún otro sitio, llevándonos a una tasa de paro casi del 30%, pero ni por esas ha echado usted un capote a los suyos. Canarias o Extremadura ya cuentan con Planes Especiales de Empleo subvencionados por su Gobierno…Andalucía no, que se apañe sola.

Puso el grito en el cielo cuando Andalucía se negó a mandar al paro a miles de profesores, y se empecinó contra viento y marea a mantener al 50% de los interinos en las escuelas e institutos públicos. Es la única comunidad española que lo ha hecho. Como premio, nos va a dar un tijeretazo del 50% en las subvenciones de investigación de nuestras universidades.
Usted, cuervo carroñero, ha puesto en su punto de mira a sus paisanos, por no conseguir el objetivo de déficit… tan sólo unas décimas, pero eso le basta para seguir con su ejercicio de desgaste, con esa sonrisa maliciosa, que más parece una mueca retorcida. Pero cuando exige, inflexible, duro como el frio acero, olvida que el reparto de las cantidades asignadas a las Comunidades Autónomas, han supuesto un salvaje agravio comparativo a mi tierra…su tierra. No se ha respetado el cómputo real de la población andaluza, ni el censo actual, y usted ha callado, ha otorgado, ha consentido el expolio de un dinero que nos pertenece y que la Junta de Andalucía ha denunciado en los tribunales…a sabiendas de que lo cobrará cuando usted ya no sea ministro (ojalá sea más pronto que tarde).

Cinco recursos ha interpuesto su Gobierno (con ese olor a podrido que hace irrespirable pasear por la calle Génova), contra mi Comunidad. El más sangrante, el de la Subasta Pública de Medicamentos, que hubiera supuesto un ahorro de 800 millones de euros a las arcas de la Junta. Sólo con lo que nos debe del agravio anterior y esta cantidad, Andalucía hubiera pasado con nota el ajuste de déficit exigido por usted, pero su pretensión no es el aflojar el lazo en el cuello de sus paisanos…a usted, maldito fascista, le pone el dolor ajeno, sobre todo si es el de un trabajador, un ser inferior a sus ojos.

El mazo es para los trabajadores, y para sus empresarios evasores y compañeros de partido corruptos, su amnistía fiscal. Por cierto, le recuerdo que usted, dedo acusador de malos pagadores a Hacienda, todavía no ha renunciado a sus Dietas de Alojamiento de 1823 euros al mes. Sí, igual se le ha escapado que posee usted un chalé y 2 pisos en propiedad en Madrid. A los otros 9 miembros de su Gobierno (incluido Rajoy), que perciben de manera ilegal este complemento, teniendo viviendas en propiedad en la capital, tampoco les ha señalado con el dedo. Un despiste lo tiene cualquiera.

También se negó el Gobierno andaluz a despedir a todos los interinos de la Sanidad Pública, manteniendo al 50% en sus puestos. De postre, nos amarga el desayuno de ayer, amenazando con eliminar las subvenciones del dios Rajoy, para hacer cursos de especialización en trasplantes de órganos. Miles de médicos andaluces se han convertido en la envidia de sus homólogos europeos, gracias a esos cursos y usted, confundiendo de nuevo el tocino con la magnesia, mezcla su enfermizo control fiscal con las vidas humanas.

¿Deben morir andaluces, esperando un trasplante de corazón, o sobre una mesa de quirófano, para satisfacer su rencor, y su mala leche? Porque yo creo que esas pocas neuronas que le quedan sanas, las que no tiene ocupadas obedeciendo el dictado de los Mercados, le habrán avisado de que sus decisiones cuestan vidas, le manchan a usted las manos de sangre. Usted no empuña el bisturí, pero esgrime una pluma que deja su firma como vergüenza eterna de sus actos. No, Señor Montoro, no le gustamos, porque la mayoría de los andaluces hemos padecido demasiado tiempo el yugo de los caciques a los que usted representa…y hemos dicho “BASTA”.

Si finalmente cumple su amenaza, su última locura (o gilipollez), sólo le deseo que cualquier día no tenga más remedio que ponerse en una mesa de operaciones, y le toque ese cirujano que no consiguió la especialización por sus recortes…y que se le vaya la mano con el bisturí. Sálvenos de su estupidez y déjenos en paz, que sabremos salir adelante sin tomar como ejemplo a su amiga Cospedal, la que despide profesores y médicos a mansalva, privatiza hospitales (a Capio Sanidad, la empresa de su marido), y vende montes públicos a los terratenientes, como en los tiempos de Franco.

Usted se ha ganado a pulso el que le consideremos un Hijo Indigno de Andalucía, porque desde que es Ministro, no ha hecho sino putearnos. Y no quiero agriarme más, porque pierdo rápidamente la compostura, y lo que me pide el cuerpo es acordarme de su madre, pero con ello faltaría al respeto a una andaluza que no tiene culpa alguna de haberle parido en esta bendita tierra. Y tampoco puedo defraudar la exquisita educación (pública) que mis padres me dieron, después de muchos años de lucha para conseguirla…ésa misma que usted está destrozando, para ofrecérsela abierta en canal a las corporaciones privadas de la Iglesia Católica. Ojalá no vuelva usted a poner un pie más debajo de Despeñaperros, maldito renegado de su tierra.

sábado, 2 de marzo de 2013

IMPRESIONANTE BANDERAS


IMPRESIONANTE BANDERAS

“Cuando el pueblo andaluz conozca su verdadera historia y esencia, aprenderá a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra identidad, tan diferente de aquella que intentan imponernos”
Blas Infante (1885-1936).

Manuel José García Caparrós era un trabajador de la factoría malagueña de Cerveza Victoria, militante de Comisiones Obreras, que en una fría mañana del 4 de diciembre de 1977, se convirtió en leyenda…sin quererlo. Aquella mañana, muchos miles de paisanos se presentaron pacíficamente ante la Diputación Provincial de Málaga, para exigir la autonomía de Andalucía.

Una bala, disparada por un “patriota” cobarde, agazapado entre las filas de la Policía Armada, le atravesó el corazón. Su crimen: trepar al balcón de la Diputación, para colgar una bandera blanca y verde, al lado de la amarilla y gualda. Caparrós cayó al suelo, muerto ya, y el lugar donde murió se convirtió en improvisado altar, que miles de malagueños llenaron de velas y flores. Unos fascistas de Fuerza Nueva arrasaron el altar una noche, y la Policía Armada prohibió que se volviera a erigir.

Ése es el enorme poder de los símbolos. El sacrificio cruel de un ciudadano corriente por sus ideales de justicia y libertad, a manos del fanatismo. Manuel José se convirtió en legendario padre de nuestra causa, sin querer, pero con todo merecimiento a su memoria. En 1995, el Ayuntamiento de Málaga bautizó una calle con su nombre. En 2009, la Diputación Provincial de Málaga lo declaró Hijo Predilecto de la Provincia a título póstumo y, en 2013, ha sido nombrado, por fin, Hijo Predilecto de Andalucía.

Un poco tarde, ¿no? Sólo han tardado treinta y seis años en reconocer la importancia de su sacrificio, pues fue sencillamente el detonante del clamor social que echó a los andaluces a la calle y le dijo a aquel obtuso Gobierno: “hasta aquí”.

Sin embargo, algo no estaba escrito en el aburrido guión de este último 28 de febrero. Otro malagueño era nombrado (con todo merecimiento) Hijo Predilecto de Andalucía, y casualidades de la vida, fue compañero de manifestación de Caparrós aquel 4 de diciembre fatídico. Era D. Antonio Banderas.

Debo decir, que pocas, muy pocas veces, un discurso ha conseguido tocarme las fibras como el que pronunció Banderas ante todos los pomposos políticos que pululaban por aquel teatro, ayer. Él demostró que su posición de persona pública, no debe dejar pasar una ocasión así sin recordar a nuestra casta política el sufrimiento que padece el pueblo que les mantiene en sus lujosos sillones. Él agradeció al pueblo todo lo que le ha dado a lo largo de su vida, salpicada por la buena fortuna, y al final, pronunció unas palabras que sinceramente, me arrancaron una lágrima.

D. Antonio, confirmando mi concepto de que era un hombre comprometido, convirtió su premio en un alegato a la figura de ese malagueño eterno, que jamás debe caer en el olvido. Estuvo enérgico, a veces hasta insultante con la casta política, pero sobre todo, humilde y entregado a un símbolo: Caparrós.

Cualquiera de nosotros puede convertirse en otro Caparrós cualquier día. El fanatismo de los que mantienen el poder establecido, la pérdida de democracia, el robo de la dignidad de los ciudadanos, pueden convertirnos en mártires mañana mismo. Y esto es lo que reivindicó Banderas en su discurso. Que el pueblo no puede dormirse, no puede dejarse gobernar por los hombres peores, por corrompidos empresarios y políticos que nos quieren devolver a la época de súbditos y señores.

D. Antonio Banderas me conmovió, como pocas veces un orador lo ha conseguido. Sencillamente, porque las palabras le salieron del alma, entre lágrimas, demostrando que no sólo se merece ser Hijo Predilecto de Andalucía, sino que se merece el respeto de todos los que creemos en lo que defendió Manuel José García Caparrós aquella fría mañana del 4 de diciembre de 1977.

Impresionante, Banderas.