miércoles, 25 de abril de 2012


 Esta noche quiero ceder mi espacio a la soberbia Almudena Grandes, que muy lejos de amilanarse ante las últimas estupideces proferidas por parte del Ministro de Justicia (Gallardón), hiriendo la inteligencia de las mujeres españolas, ha hecho público este comunicado. Como digo, soberbia y valiente.
Violencia
Las palabras de Gallardón son un insulto a la inteligencia
Violencia es no llegar a fin de mes. Violencia es soportar que las instituciones celebren el 8 de marzo con una bonita foto de los cargos públicos y sus secretarias, en un país donde se incumple el principio de igualdad en los salarios. Violencia es que los equipos de selección de personal pregunten a las solicitantes femeninas en edad fértil si tienen previsto quedarse embarazadas.
Violencia es una reforma laboral que flexibiliza unos criterios de despido que discriminarán, con toda seguridad, a las trabajadoras que osen quedarse embarazadas. Violencia es que en España no exista una red suficiente de guarderías públicas, y que las privadas no desgraven en el IRPF.
Violencia es la asfixiante presión mediática que soportan unas adolescentes abocadas a identificar su éxito personal con un peso, una talla y un aspecto físico determinado. Violencia es que los recortes priven de recursos a los centros de acogida de mujeres maltratadas, mientras la violencia machista desangra poco a poco este país.
Violencia es que permanezcan en su cargo los jueces que culpabilizan a las víctimas de agresiones sexuales por provocar a sus agresores. Violencia es la trata de mujeres esclavas, que ejercen la prostitución en la vía pública y a la vista de todos, sin que la policía detenga a los chulos que las vigilan desde las esquinas. Violencia es que las jóvenes españolas mejor formadas de la Historia no encuentren un empleo que esté a la altura de sus capacidades.La suma de todas estas violencias limita estructuralmente el ejercicio de la maternidad de las mujeres paradas, mal pagadas, sin familiares que puedan cuidar de sus bebés, con empleos precarios, maltratada, prostituidas y muertas.
Esto es tan evidente como que las palabras de Gallardón son un insulto a la inteligencia de todas las mujeres. También a la de los hombres, por cierto.

Almudena Grandes


domingo, 22 de abril de 2012

LEY DEL OLVIDO (II)



LEY DEL OLVIDO (II)

En el artículo anterior desgranamos sólo superficialmente algunos aspectos de ese personaje sobrevalorado en exceso e idolatrado por la ultra derecha franquista, el general José Enrique Varela Iglesias. Vamos a seguir hurgando en esa biografía, con muchas más sombras que ocultar, que luces.

En 1927, siendo teniente coronel condecorado en la Guerra del Riff, es uno de los jefes militares que aconsejan el uso por vez primera de gas mostaza sobre la población civil bereber, en las montañas del Atlas. Gracias a oficiales como él, España tiene el honor de ser el primer país de la historia que bombardeó a civiles con armas de destrucción masiva, el “célebre” gas mostaza.

Cuando el ejército golpista llega en 1936 a Sevilla, tras caer la provincia de Cádiz y con el eco de la feroz represión en San Fernando, el general Queipo de Llano toma el mando de la ciudad, siempre asesorado por el general Varela. Éste mismo y Mola son los cerebros del levantamiento militar contra la República.

Testimonios irrefutables desbaratan ese sometimiento dulce que nos adoctrinaron los libros de historia de la Dictadura y atestiguan una feroz resistencia de las milicias populares en los sevillanos barrios de Triana, Macarena, Alameda, Centro Histórico y San Julián. Sólo la barbarie desatada por los Regulares y las tropas moras de Franco, consiguieron acallar las armas de los irreductibles demócratas. Después vino la persecución, reclusión, tortura y fusilamiento de los que se salvaron, delante de la Puerta de la Macarena y el muro Este del Cementerio Municipal. Toda esta despiadada operación fue diseñada por el “honorable” Varela y encomendada a Queipo de Llano, apodado desde entonces, el “carnicero de Sevilla”.

Recuerda el cronista Arturo Barea:

“Una vez consolidada Sevilla, el Tercio y los Regulares llegados de Cádiz, desataron el terror africanista en los barrios que aún resistían, con uso indiscriminado de artillería pesada.”

“Cuando atacaban estas tropas, no conocían límite a su venganza ante la muerte de un legionario, y degollaban a su paso a cuantos hombres encontraban hasta que se entregaba el que había cometido el crimen. Yo fui testigo ocular de su paso por barrios en los que sólo quedaron incendios y calles sembradas de hombres, mujeres y niños degollados.”

A continuación, algunas perlas de las famosas emisiones radiofónicas del general Queipo de Llano en Sevilla en 1936, siempre con el beneplácito de Varela, Jefe Militar de Andalucía. Todas son parte del inmenso legado documental del Archivo Histórico y Hemeroteca de Sevilla:

“En San Fernando tenemos a muchos familiares de los tripulantes de la escuadra pirata (republicana), nos servirán de rehenes y sus vidas responderán de los nuestros que mueran en San Sebastián. La célebre Pasionaria la ha tomado conmigo porque no se da cuenta de que la admiro, por haber sabido ascender desde criada de 30 reales a primera figura del régimen (República).”

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes rojos lo que son hombres de verdad, y a sus mujeres. Esto está justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, al menos, sabrán lo que son hombres de verdad, y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen. Mañana tomamos Peñaflor, así que vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil…id preparando sepulturas. Yo os autorizo a matar como a perros a todo aquél que se resista a vosotros, que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda culpa.”

Teniendo cautiva a la mujer y seis hijos del general republicano Miaja, Queipo de Llano amenazó todas las noches…todas:

“Miaja, tengo a tu familia y ellos pagarán con sus vidas lo que tú hagas. Uno a uno, con sus pieles haremos carteras y petacas.”

“¿Qué haré? Imponer un durísimo castigo a esos idiotas congéneres de Azaña. Por eso faculto a cualquier ciudadano a que cuando se cruce con uno de estos sujetos lo calle de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré.”

“Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que muera, yo mataré a diez, y a sus dirigentes que huyan, los sacaré de la tierra…y si están muertos los volveré a desenterrar y los volveré a matar.”

En febrero 1937, Málaga ha caído en manos de Queipo de Llano y el general Varela, camino ya de Madrid (tras fusilar a 4000 ciudadanos de Badajoz en su plaza de toros), le envía apoyo aéreo alemán, munición y a los destructores Canarias, Cervera y Baleares para… ¿terminar con la resistencia republicana? No. Bombardea sin piedad una columna de 100.000 refugiados civiles que huyen por la Nacional 340 hacia Almería. A las puertas de la ciudad les recibe una escuadrilla de Messerchsmit BF-109.G6, que masacra a miles de ancianos, mujeres y niños sin miramientos. Los supervivientes fueron devueltos a Málaga, censados y Queipo de Llano fusiló a unos 20.000 de ellos desde 1937 a 1940. El cronista Norman Bethune asistió a todo este horror y lo contó, en un espeluznante relato llamado “El crimen de la carretera Málaga-Almería”, prohibido en España hasta 1978. Él vio cómo soldados del Frente Nacional llenaban camiones de cadáveres, para limpiar la carretera, y se perdían por los caminos de la Sierra de Málaga, en fosas comunes todavía por descubrir.

Hasta los años 60, los camioneros conocían la N-340 Málaga-Almería como la “carretera de la muerte”, y evitaban parar en la montaña, porque al pie de los barrancos seguían apareciendo esqueletos por centenares. Hermoso legado el de Varela y su subordinado Queipo de Llano para el recuerdo de los andaluces.

El general José Enrique Varela fue nombrado Ministro del Ejército desde 1939 a 1942. De él es la idea de mantener “ocupados” a los 27.000 presos republicanos que construyeron el Valle de los Caídos, con trabajos forzados, para construir una tumba a Francisco Franco digna de un faraón egipcio. Él mismo pone la primera piedra del mausoleo en 1940.

También guía los primeros años del exterminio de los últimos resquicios de resistencia republicana tras la guerra, el “maquis”. Ni un solo guerrillero en la zona de Sierra Morena o Extremadura fue llevado a juicio. Todos fueron masacrados en la montaña, acorralados como conejos y fusilados sin más, según sus directrices. Él consintió salvajadas como las cometidas por el oficial de la Guardia Civil Gómez Cantos, apodado “el carnicero de Extremadura”. Este sádico en sus años de servicio en esa comunidad no hizo un solo prisionero, pero terminó por completo con el maquis extremeño. En Miravetes y otros pueblos de la serranía eligió a dedo a decenas de civiles y los “mareó” sobre el Tajo. Así llamaba él a empujarlos desde el puente sobre el río y tirotear desde el mismo a los que sobrevivían a una caída de 60 metros. Sólo la intervención del cura de Miravetes y el fusilamiento de dos guardias civiles, por negarse a seguir con la masacre, hizo que este monstruo fuese destinado a Barcelona, donde murió de viejo, condecorado por la Dictadura.

Creo que hay razones sobradas para retirar la estatua del general Varela de la Plaza Mayor de San Fernando, ¿no os parece? Si realmente existe un Dios justo, no puede estar de parte de este monstruo y de sus cómplices, y mucho menos de perpetuar su memoria con honores de héroe, y condenar a sus víctimas a la LEY DEL OLVIDO. Si ese Dios consiente esto, desde luego, ése no puede ser mi Dios.

lunes, 16 de abril de 2012

LEY DEL OLVIDO


LEY DEL OLVIDO

El pasado 31 de enero se vivió uno de los episodios más bochornosos de la historia reciente de San Fernando, Cádiz. No, no estoy hablando del juicio en curso por “extraviar” 8 millones y pico de euros de las arcas municipales, a manos de los dos últimos alcaldes del Partido Andalucista y su cómplice de gobierno de los últimos años, el actual alcalde del Partido Popular. Éstos ya sienten el aliento del juez en la nuca y comprobarán en sus carnes si les ha merecido la pena. No iban por ahí los tiros.

El 31 de enero se debatió una moción de Izquierda Unida en San Fernando, exigiendo la aplicación de la Ley de Memoria Histórica 52/2007 y, como nos temíamos los más pesimistas, fue rechazada por el Pleno Municipal, con los votos de PA, PP y CxSF. Las bochornosas explicaciones que ofrecieron sus portavoces, deberían airearse a los ciudadanos de San Fernando, y así se darían cuenta de lo rancio, caciquero, ultra derechista, pro franquista y neo fascista que es su Gobierno Municipal.

Se negaron a retirar la estatua del General Varela de la Plaza Mayor, empezando por los frisos de exaltación del golpe de estado de 1936 de su pedestal. Se negaron a cambiar la nomenclatura de las calles de la ciudad que ostentan nombres de “personajes insignes” de la dictadura, en especial los que tienen demostradamente sus manos manchadas de sangre. Y por último, se negaron a exigir a la Santa Madre Iglesia que retire de San Fernando los símbolos fascistas, falangistas y anticonstitucionales de las fachadas de sus colegios privados y sus iglesias, así como que permitan de una vez el acceso a sus archivos para que centenares de familias isleñas puedan localizar a sus seres queridos asesinados y olvidados en fosas comunes en el cementerio municipal y por las salinas.

Hay un principio que está por encima de ideologías, y es el de la Justicia. Para los más desinteresados por recordar la más reciente historia de España, voy a argumentar el por qué no puede admitirse la vergüenza de esa estatua y de estos símbolos en la bella, histórica y constitucional ciudad de San Fernando.

Primero, el hijo de un desaparecido (hoy un hombre anciano), no puede pasear a diario por una plaza en la que está una monumental estatua en honor del general que encabezó el golpe de estado de 1936 en Cádiz y que facilitó la lista de personas (entre las que estaba su padre) que debían arrestarse, torturar y fusilar (sin juicio), para más tarde abandonar su cuerpo como la basura en una fosa común del Cementerio Municipal (documentada y no reconocida por el Ayuntamiento) o en mitad de las salinas y esteros del Sancti Petri.

Ahora hablemos un poco de ese “insigne isleño”, hijo predilecto de San Fernando, el general José Enrique Varela Iglesias. Él, una vez liberado de su cautiverio en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz (por un intento de golpe de estado anterior), publica el bando de guerra que desangrará España durante los próximos tres años. Él, junto con el general Mola, es el auténtico cerebro que guió los pasos de Franco. La única oposición al golpe en San Fernando fue la de los buques Lauria y Cánovas del Castillo. El primero fue bombardeado desde tierra y los supervivientes tiroteados antes de que alcanzaran la orilla. El segundo navío, se bombardeó con aviación, su tripulación se rindió y fue fusilada por orden de este “hombre ejemplar”.

De la Instrucción Reservada, Base 5 de 1936, ideada por Varela Y Mola, se desprende esta perla:

“Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo aquél que no piense como nosotros. Tenemos que crear una gran conmoción, todo aquél que secreta o públicamente sea defensor de la República debe ser fusilado en el acto.”

También es el “honorable” Varela el que autoriza la designación del comandante Ricardo de Isasi (también con su calle en San Fernando), como alcalde de la ciudad desde el mismo momento del golpe de estado. Él mismo, señalará con el dedo a todos los que deben morir, empezando por el alcalde democráticamente elegido, D. Cayetano Roldán Moreno y todos los concejales del consistorio, es decir todos los concejales de PSOE, Izquierda Republicana y PCE, excepto los de partidos de derechas, claro.

También este “ciudadano ejemplar de San Fernando” señaló con el dedo a los sindicalistas de CNT y UGT, algunos profesores de escuela y todo aquél que se hubiera señalado como anticlerical. Prestigiosas familias del pueblo, como los Barbacil (padre y dos hijos fusilados) y los Roldán (padre y tres hijos fusilados) eligieron el bando equivocado (el democrático). Todos estos hombres y mujeres, los auténticos héroes y víctimas inocentes de la sublevación militar, fueron confinados en los sótanos del Ayuntamiento o en el Penal de La Carraca en condiciones infrahumanas, confiscados todos sus bienes y torturados. Los fusilamientos empezaron el 21 de julio de 1936 y se han documentado hasta 1942, 129 personas certificadas de San Fernando, aunque la Asociación de Memoria Histórica AMERE está confirmando que puede tratarse de varios cientos.

Estos héroes, cuyo único pecado fue defender la democracia ante estos bárbaros, fueron fusilados durante años (algunos mucho después de terminar la guerra) en el Cementerio de San Fernando, en el muro Este del Penal de La Carraca, en el Paraje Pino Gordo del Barrio Jarana, y en Las Canteras de Puerto Real.

La única fosa común certificada es la del Cementerio de San Fernando, con cientos de cadáveres según testigos vivos, pero el Ayuntamiento después de treinta y tantos años de democracia aún no ha estimado oportuno darles entierro digno a esos hombres y mujeres, bloqueando la exhumación. Según también testigos vivos, en los caños al Este de La Carraca hay dos fosas comunes más, con cientos de cadáveres, que el Ejército no está por la labor de investigar. Descansen en paz estos héroes anónimos, víctimas de la sinrazón de militares ávidos de poder.

Hay documentación a toneladas de las bestialidades cometidas por el “insigne” general Varela y sus secuaces en La Isla. Y en el próximo artículo de este mismo blog, aportaré más para que no queden dudas de que mantener la estatua de ese genocida asesino en la Plaza Mayor de San Fernando es una vergüenza. Así mismo, permitir las calles dedicadas a José Enrique Varela Iglesias, Ricardo Isasi, Francisco García Ráez, Luís Milena y los hermanos Laulhé, y sus títulos de hijos predilectos en algunos casos; da testimonio de lo poquito que ha evolucionado la democracia en esta ciudad, que ha crecido tutelada por el Ejército desde el siglo XIX.

Los asesinos tienen calles y estatuas de bronce en su honor en San Fernando y sus víctimas anónimas esperan setenta años después que una triste lápida de mármol recuerde la fosa común del Cementerio Municipal a la que fueron arrojadas, como escombros de relleno. Mientras sus familias pasan por las calles con los nombres de sus asesinos cada día, los herederos de los asesinos son recordados con honores de héroes. Algún día valientes como Antonio Gil y sus camaradas de AMERE, que tanto han luchado por preservar la memoria de los desaparecidos, verán derribar esa estatua, símbolo de la infamia…y yo espero estar allí para verlo, con Inma, con Sergio, con José Ramón, con Tore, con tantos amigos idealistas…

sábado, 7 de abril de 2012

UN HOMBRE JUSTO (II)


UN HOMBRE JUSTO (II)

Me lo encontré de frente, en la calle Chicarreros, casi nos tropezamos. Era la primera vez que lo veía en persona y no quise abstraerle de su conversación con otro señor que le acompañaba. Tranquilo, sin escolta, sin miedo…estaba paseando por las calles de su ciudad, porque, aunque nació en Jaén, se transformó de niño a hombre en Sevilla. Él es D. Baltasar Garzón Real.

Don Ildefonso, su padre, trabajaba en una gasolinera y saboreó desde temprano el rigor del trabajo en el olivar. Era pues D. Baltasar, de familia humilde. Un ejemplar raro de hijo de proletario que aspiraba a ser juez en una Facultad de Derecho de Sevilla, acaparada por hijos de jueces, empresarios, militares…en definitiva, de niños de papá con la vida más o menos resuelta.

Por las noches relevaba a su padre en la gasolinera y cuando le salía algún trabajo de albañilería, también lo aprovechaba. Así, a duras penas, consiguió costearse su carrera. Aquí, en Sevilla, conoció su primer gran amor, su compañera, confidente y esposa, María del Rosario, que le dio tres hijos.

Aceptó concurrir a las elecciones de 1993 con el PSOE, y a los pocos meses le dio un portazo en las narices a Felipe González, acusándole sin tapujos de no querer combatir la corrupción.

“¿Quién se atreve a detenerme? ¿Un juez español? Sé quién es. ¡Es Garzón, ese comunista, ese maldito comunista!” Se lamentó enfurecido Augusto Pinochet a la intérprete Jean Pateras, de Scotland Yard, cuando la policía británica vino a apresar al decrépito dictador chileno. Un juez español había logrado que las leyes que castigan los delitos contra la humanidad dejaran de ser una simple declaración de buenas intenciones en el plano internacional, y se aplicaran con rigor para perseguir a un acusado de genocidio, asesinato, secuestro y torturas.

Baltasar Garzón hizo historia entonces, se ganó a pulso una cita en los libros de Derecho Internacional, él se convirtió en leyenda. Admirado por su valor e independencia internacionalmente, se erigió en el azote de intocables de la Justicia, políticos corruptos, narcotraficantes, terroristas, abusadores de poder y dictadores asesinos.

Fue él el que metió entre rejas a un ex ministro del PSOE por los GAL, el que puso en jaque a Pinochet, el que abrió el camino del fin de la vergonzosa amnistía a los asesinos de la dictadura argentina, el que acabó con el imperio del narcotraficante Laureano Oubiña. Él y no otro politiquillo deslenguado fue quien acabó con el terror de ETA, al cortarle las fuentes de suministro económico, asfixiando a sus empresas y organizaciones “legales”.

Pero, ay, se empeñó en desenterrar a las decenas de miles de muertos olvidados en las cunetas de nuestras carreteras, durante la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco. Empezó a remover la podredumbre, que tanto trabajo había costado a los herederos del fascismo tapar con la ley de amnistía de la transición. Él otorgó esperanza donde sólo hubo lágrimas durante más de medio siglo. Él se convirtió en el juez de los desamparados, de los olvidados, de las víctimas de los caídos en desgracia. Era más de lo que podían permitir los herederos del nacional catolicismo…y sus días como juez estaban contados.

La puntilla llegó con el Caso GÜRTEL, que destapó las vergüenzas de la financiación ilegal y la asquerosa corrupción del Partido Popular. Ya era demasiado, había pateado las columnas del poder de este país y los que ahora lo gobiernan no lo iban a consentir. Su brazo ejecutor fue el Tribunal Supremo, en un juicio bochornoso e irregular, que ha dejado la imagen de la Justicia española por los suelos. Y tanto es así, que por mucho que este Gobierno quiera tapar el asunto, no ha podido con el clamor internacional contra este lamentable proceso. La Comisaría de la Alta Comisionada de la ONU ha instado a España a que derogue la Ley de Amnistía de 1977, y que investigue los crímenes de la dictadura de Franco. Y otras ochenta prestigiosas organizaciones de Defensa de los Derechos Humanos de todo el mundo han entregado a las embajadas de España, un manifiesto denunciando el repugnante proceso de Garzón.

Solo ante el peligro. Sólo con el apoyo de sus incondicionales (las víctimas del terrorismo de Estado que no acaparan las páginas de El Mundo, ABC o La Razón), algunos personajes de la cultura y la magistratura, de los diputados de Izquierda Unida y de indignados como yo. Así se ha enfrentado este hombre a un tribunal de jueces que ya lo habían condenado de antemano.

Veo con curiosidad, al visitar páginas como la de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que han concedido su único premio de Derechos Humanos de Andalucía en 2009 al Presidente del Centro para los Derechos Humanos de Gaza (merecidísimo) al prestigioso Raji Sourani, y me pregunto:

¿Qué están esperando para otorgarle el premio de los Derechos Humanos de Andalucía a D. Baltasar Garzón?

¿Qué más hace falta?

Su defensa de los Derechos Humanos le ha costado su carrera.

Es andaluz.

Su madre y su hermana viven en Sevilla. ¿Habría mayor orgullo para estas mujeres que asistir al reconocimiento público de Baltasar Garzón en la ciudad en la que se formó como hombre?

Por favor, déjense de mezquindades, aparten sus prejuicios, o sencillamente despierten de una vez. Y ruego a los responsables de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía que concedan este premio más que merecido a D. Baltasar Garzón Real. Posiciónense, tomen partido, apóyenlo o censúrenlo…pero no permanezcan callados, impasibles; porque su silencio es cómplice de los que han condenado al juez con más prestigio internacional de la historia de España.

Voltaire no está ya entre nosotros para echarle un capote a nuestro insigne paisano, pero de estar vivo, no dudaría en prestar su pluma y su prestigio a la causa de D. Baltasar Garzón Real.

miércoles, 4 de abril de 2012

UN HOMBRE JUSTO


UN HOMBRE JUSTO

François Marie Arouet, más conocido como Voltaire, fue uno de los baluartes de la Ilustración y auténtico padre de la defensa de los Derechos Humanos y de la Justicia Universal. Le tocó vivir una época convulsa, de constantes revueltas populares, provocadas por una represión y crueldad brutal por parte de las clases dominantes en la Francia del siglo XVIII.

Él fue el primero de los “escritores comprometidos” de la historia, defendiendo abiertamente la tolerancia, la resistencia contra el fanatismo religioso y la superstición. Desde su posición privilegiada de escritor y filósofo de éxito, con una popularidad e influencia en Francia, y aún más fuera de sus fronteras, tomó partido para restituir el honor a dos hombres ajusticiados brutalmente, en sendos procesos inquisitoriales salpicados de irregularidades.

El primero de estos procesos fue el de Jean Calas, un rico comerciante protestante de Toulouse, al que le tocó vivir una época de absoluta intolerancia en Francia contra el protestantismo. Louis, uno de sus hijos, se convirtió al catolicismo y su primogénito, Marc-Antoine, fue hallado ahorcado. Sectores ultra católicos propagaron rumores que acusaban al padre de asesinar a su hijo, por querer abandonar la religión cristiana protestante.

En 1762, en un proceso lleno de irregularidades, Jean fue torturado en la rueda, después se le estranguló y su cadáver se quemó en la hoguera. Sus bienes fueron confiscados por la Iglesia y sus dos hijas encerradas en un convento de por vida. Su viuda y su hijo Pierre fueron desterrados y encontraron refugio en Ferney (Suiza), protegidos por Voltaire. En 1763 éste publicó su “Tratado sobre la Tolerancia con motivo de la muerte de Jean Calas”, con una repercusión tan enorme, que se volvió a reabrir el caso, con un tribunal traído de Paris.

En 1765, se demostró la inocencia de Jean Calas, se devolvió el honor a su memoria y su familia, y se le restituyeron todos sus bienes. Por supuesto, Voltaire se ganó para siempre el odio de la Iglesia Católica.

El segundo de los procesos fue el de Jean-François La Barre, que fue acusado junto con dos amigos de no quitarse el sombrero al paso del Corpus Christi en 1765. Uno (con 15 años y de familia rica) fue absuelto, otro (de 18 años) fue condenado a tortura y hoguera, pero consiguió huir. Pero La Barre tuvo peor suerte. En 1766 fue torturado salvajemente en público, decapitado y quemado en la hoguera, junto con un ejemplar de un libro prohibido: el Diccionario Filosófico de Voltaire.

En 1766 y 1775 el filósofo publicó dos tratados defendiendo la inocencia del ajusticiado, también con repercusión enorme. No obstante, no fue hasta 1799, 21 años después de su muerte, cuando se consiguió restituir el honor y demostrar la inocencia del caballero La Barre.

Voltaire, muy a su pesar, no pasó a la historia por su tremenda valía como escritor, sino como símbolo de la defensa de libertad, de la defensa de los Derechos Humanos y del compromiso de la cultura con la justicia. Un ejemplo más. Cuando compró los derechos al Gobierno Suizo de administrar justicia y recaudación de impuestos sobre Ferney, se convirtió en señor absoluto de las vidas de sus 20 aldeanos. Al final de su vida, auspiciado por su fama como gobernante justo, Ferney era una de las ciudades más prósperas y ricas de Suiza, y contaba con 30.000 habitantes. Muchos de ellos eran ricos comerciantes y jornaleros con sueldos dignos, en muchos casos perseguidos en Francia, España o Inglaterra, por sus ideas progresistas. Él demostró que el poder absoluto sobre los hombres, no tiene por qué estar basado en la cultura del miedo. Fue, quizás, uno de los hombres más valientes, comprometidos y dignos que ha dado la Humanidad.

Bien podrían aplicarse el cuento más de uno de tantos políticos, que juegan a ser dioses con su pueblo, a golpe de Real Decreto.