viernes, 17 de mayo de 2013

SÍ SE PUEDE.


SÍ SE PUEDE.

La esperanza es el sueño del hombre despierto”.

Qué razón tenía Aristóteles, allá por el trescientos y pico antes de Cristo. Ellos, los que se creían todopoderosos en una de las cunas de la corrupción de este país que se desangra lentamente, ahora ven tambalear su poder. Ni el más animoso de los familiares de las víctimas del accidente del Metro de Valencia, que el 3 de julio de 2006 segó 43 vidas y mutiló horriblemente a 47 personas, pensaba que este día llegaría.

El Fiscal Superior de la Comunitat Valenciana, Ricart Cabedo, ha abierto diligencias de investigación penal sobre la declaración de testigos en la Comisión de Investigación de las Corts Valencianes, por el accidente de la Línea 1 del Metro de Valencia. El siniestro más trágico de la historia de España, y el tercero de Europa, había quedado en el olvido, los poderosos, los profesionales de la política, los carroñeros de lo público, los “sin corazón”, habían vencido. Todo era un vago recuerdo, hasta que esa “mosca cojonera”, el “follonero” Jordi Évole, volvió a resucitar el tema, en “Cero Responsables”, el que quizá haya sido el más serio de todos los capítulos de “SALVADOS”. Por cierto, este episodio es la prueba principal que ha levantado las sospechas del fiscal, aportada por Ana Barceló y Francesc Signes, parlamentarios del PSPV, como denunciantes.

Antes de la emisión de este programa, en la Plaza de la Catedral de Valencia, unas escasas 300 personas se reunían el día 3 de cada mes, para reclamar justicia y responsabilidad (esa palabra maldita para el político español) por las negligencias, amenazas, presiones, intentos de soborno y demás actitudes mafiosas que algunos personajes importantísimos del Gobierno Valenciano tuvieron con los familiares de las víctimas, agrupados en la Asociación de Víctimas de Metro 3 de Julio. El viernes 3 de mayo de 2013, el primero tras la emisión del programa, más de diez mil personas abarrotaban la misma plaza, lanzando consignas de indignación y sed de justicia, hacia aquellos que tanto esfuerzo habían puesto para adormecer a los valencianos. Casi les sale bien, saboreaban ya la impunidad, y sólo les quedaban poco más de dos años para que todos sus delitos prescribieran.

Y no fue la declaración de hombres valientes, auténticos héroes a mis ojos, que se han atrevido a señalar con el dedo a los directivos del Metro de Valencia, a los Consejeros de Fomento, Obras Públicas y Agricultura de la Generalitat, a su ex Presidente, el “bien trajeado” Camps, o a la Alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, como instigadores de un CÓDIGO DE SILENCIO. Estos conductores del sub-urbano, responsables de seguridad e incendios, bomberos, policías y testigos presenciales, han admitido que sufrieron presiones mafiosas, intentos de soborno, chantaje y, en el caso de los trabajadores públicos del Metro, sanciones y expedientes por abrir la boca.

Pero, como digo, no fue esto lo que ha obligado al fiscal a abrir la investigación de nuevo. La gota que ha colmado la paciencia de los indignados, ha sido el vergonzoso, repugnante y cómplice silencio de Juan Cotino, hoy Presidente de las Corts Valencianes, y en el momento del siniestro, Consejero de Agricultura. Jordi Évole lo acorraló con preguntas simples, escuetas, incisivas, ante el numeroso público de una feria, y este monigote lamentable, se limitó a sonreír, a mostrar su perfecta ortodoncia, y a espetarle un “no tengo nada que decirle”.
Él es el que tomó las riendas de la negociación de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas, a las que hacía un documento por el que se comprometían a no pedir responsabilidad política al Gobierno Valenciano de Francisco Camps. Él es el que contrató a la empresa consultora H M SANCHÍS,  para que aleccionara a los directivos y testigos de la Comisión de Investigación, para que testificaran exactamente lo mismo: lo fortuito e imprevisible del accidente, y la absoluta seguridad de la Línea 1, a pesar de las decenas de denuncias de los delegados sindicales de prevención de riesgos de CC.OO. y UGT del Metro de Valencia. Él, este buitre sádico, fue el que después de salir todos los responsables políticos de rositas y endosarle todo el marrón al conductor del Metro (muerto en el accidente, claro), organizó un almuerzo en el restaurante más caro de Valencia, para celebrarlo, y lo cargó a las arcas públicas de los valencianos.

Gracias a la heroicidad de los trabajadores públicos que, a pesar de los castigos y amenazas han denunciado este crimen silenciado; a los familiares de las víctimas de ese fatídico 3 de julio de 2006, y a los periodistas que, como Jordi Évole, sueñan despiertos… España es hoy un país mejor, que quiere sacarse de encima la podredumbre que políticos, banqueros y empresarios corruptos, nos han echado encima durante tantos años.

Mientras el pueblo no agache la cabeza, mientras se denuncie la injusticia, y se persiga a estos buitres que desangran mi tierra, el grito de los indignados se hará cada vez más fuerte: “SÍ SE PUEDE”.

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