SÍ
SE PUEDE.
“La
esperanza es el sueño del hombre despierto”.
Qué razón tenía Aristóteles, allá
por el trescientos y pico antes de Cristo. Ellos, los que se creían
todopoderosos en una de las cunas de la corrupción de este país que se desangra
lentamente, ahora ven tambalear su poder. Ni el más animoso de los familiares
de las víctimas del accidente del Metro de Valencia, que el 3 de julio de 2006
segó 43 vidas y mutiló horriblemente a 47 personas, pensaba que este día
llegaría.
El Fiscal Superior de la
Comunitat Valenciana, Ricart Cabedo, ha abierto diligencias de investigación
penal sobre la declaración de testigos en la Comisión de Investigación de las
Corts Valencianes, por el accidente de la Línea 1 del Metro de Valencia. El
siniestro más trágico de la historia de España, y el tercero de Europa, había
quedado en el olvido, los poderosos, los profesionales de la política, los
carroñeros de lo público, los “sin corazón”, habían vencido. Todo era un vago
recuerdo, hasta que esa “mosca cojonera”, el “follonero” Jordi Évole, volvió a
resucitar el tema, en “Cero Responsables”, el que quizá haya sido el más serio
de todos los capítulos de “SALVADOS”. Por cierto, este episodio es la prueba
principal que ha levantado las sospechas del fiscal, aportada por Ana Barceló y
Francesc Signes, parlamentarios del PSPV, como denunciantes.
Antes de la emisión de este
programa, en la Plaza de la Catedral de Valencia, unas escasas 300 personas se
reunían el día 3 de cada mes, para reclamar justicia y responsabilidad (esa
palabra maldita para el político español) por las negligencias, amenazas,
presiones, intentos de soborno y demás actitudes mafiosas que algunos
personajes importantísimos del Gobierno Valenciano tuvieron con los familiares
de las víctimas, agrupados en la Asociación de Víctimas de Metro 3 de Julio. El
viernes 3 de mayo de 2013, el primero tras la emisión del programa, más de diez
mil personas abarrotaban la misma plaza, lanzando consignas de indignación y
sed de justicia, hacia aquellos que tanto esfuerzo habían puesto para adormecer
a los valencianos. Casi les sale bien, saboreaban ya la impunidad, y sólo les
quedaban poco más de dos años para que todos sus delitos prescribieran.
Y no fue la declaración de
hombres valientes, auténticos héroes a mis ojos, que se han atrevido a señalar
con el dedo a los directivos del Metro de Valencia, a los Consejeros de
Fomento, Obras Públicas y Agricultura de la Generalitat, a su ex Presidente, el
“bien trajeado” Camps, o a la Alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, como
instigadores de un CÓDIGO DE SILENCIO. Estos conductores del sub-urbano,
responsables de seguridad e incendios, bomberos, policías y testigos
presenciales, han admitido que sufrieron presiones mafiosas, intentos de
soborno, chantaje y, en el caso de los trabajadores públicos del Metro,
sanciones y expedientes por abrir la boca.
Pero, como digo, no fue esto lo
que ha obligado al fiscal a abrir la investigación de nuevo. La gota que ha
colmado la paciencia de los indignados, ha sido el vergonzoso, repugnante y
cómplice silencio de Juan Cotino, hoy Presidente de las Corts Valencianes, y en
el momento del siniestro, Consejero de Agricultura. Jordi Évole lo acorraló con
preguntas simples, escuetas, incisivas, ante el numeroso público de una feria,
y este monigote lamentable, se limitó a sonreír, a mostrar su perfecta
ortodoncia, y a espetarle un “no tengo nada que decirle”.
Él es el que tomó las riendas de
la negociación de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas, a las
que hacía un documento por el que se comprometían a no pedir responsabilidad
política al Gobierno Valenciano de Francisco Camps. Él es el que contrató a la
empresa consultora H M SANCHÍS, para que
aleccionara a los directivos y testigos de la Comisión de Investigación, para
que testificaran exactamente lo mismo: lo fortuito e imprevisible del
accidente, y la absoluta seguridad de la Línea 1, a pesar de las decenas de
denuncias de los delegados sindicales de prevención de riesgos de CC.OO. y UGT
del Metro de Valencia. Él, este buitre sádico, fue el que después de salir
todos los responsables políticos de rositas y endosarle todo el marrón al
conductor del Metro (muerto en el accidente, claro), organizó un almuerzo en el
restaurante más caro de Valencia, para celebrarlo, y lo cargó a las arcas
públicas de los valencianos.
Gracias a la heroicidad de los
trabajadores públicos que, a pesar de los castigos y amenazas han denunciado
este crimen silenciado; a los familiares de las víctimas de ese fatídico 3 de
julio de 2006, y a los periodistas que, como Jordi Évole, sueñan despiertos…
España es hoy un país mejor, que quiere sacarse de encima la podredumbre que
políticos, banqueros y empresarios corruptos, nos han echado encima durante
tantos años.
Mientras el pueblo no agache la
cabeza, mientras se denuncie la injusticia, y se persiga a estos buitres que
desangran mi tierra, el grito de los indignados se hará cada vez más fuerte: “SÍ
SE PUEDE”.
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