sábado, 2 de marzo de 2013

IMPRESIONANTE BANDERAS


IMPRESIONANTE BANDERAS

“Cuando el pueblo andaluz conozca su verdadera historia y esencia, aprenderá a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra identidad, tan diferente de aquella que intentan imponernos”
Blas Infante (1885-1936).

Manuel José García Caparrós era un trabajador de la factoría malagueña de Cerveza Victoria, militante de Comisiones Obreras, que en una fría mañana del 4 de diciembre de 1977, se convirtió en leyenda…sin quererlo. Aquella mañana, muchos miles de paisanos se presentaron pacíficamente ante la Diputación Provincial de Málaga, para exigir la autonomía de Andalucía.

Una bala, disparada por un “patriota” cobarde, agazapado entre las filas de la Policía Armada, le atravesó el corazón. Su crimen: trepar al balcón de la Diputación, para colgar una bandera blanca y verde, al lado de la amarilla y gualda. Caparrós cayó al suelo, muerto ya, y el lugar donde murió se convirtió en improvisado altar, que miles de malagueños llenaron de velas y flores. Unos fascistas de Fuerza Nueva arrasaron el altar una noche, y la Policía Armada prohibió que se volviera a erigir.

Ése es el enorme poder de los símbolos. El sacrificio cruel de un ciudadano corriente por sus ideales de justicia y libertad, a manos del fanatismo. Manuel José se convirtió en legendario padre de nuestra causa, sin querer, pero con todo merecimiento a su memoria. En 1995, el Ayuntamiento de Málaga bautizó una calle con su nombre. En 2009, la Diputación Provincial de Málaga lo declaró Hijo Predilecto de la Provincia a título póstumo y, en 2013, ha sido nombrado, por fin, Hijo Predilecto de Andalucía.

Un poco tarde, ¿no? Sólo han tardado treinta y seis años en reconocer la importancia de su sacrificio, pues fue sencillamente el detonante del clamor social que echó a los andaluces a la calle y le dijo a aquel obtuso Gobierno: “hasta aquí”.

Sin embargo, algo no estaba escrito en el aburrido guión de este último 28 de febrero. Otro malagueño era nombrado (con todo merecimiento) Hijo Predilecto de Andalucía, y casualidades de la vida, fue compañero de manifestación de Caparrós aquel 4 de diciembre fatídico. Era D. Antonio Banderas.

Debo decir, que pocas, muy pocas veces, un discurso ha conseguido tocarme las fibras como el que pronunció Banderas ante todos los pomposos políticos que pululaban por aquel teatro, ayer. Él demostró que su posición de persona pública, no debe dejar pasar una ocasión así sin recordar a nuestra casta política el sufrimiento que padece el pueblo que les mantiene en sus lujosos sillones. Él agradeció al pueblo todo lo que le ha dado a lo largo de su vida, salpicada por la buena fortuna, y al final, pronunció unas palabras que sinceramente, me arrancaron una lágrima.

D. Antonio, confirmando mi concepto de que era un hombre comprometido, convirtió su premio en un alegato a la figura de ese malagueño eterno, que jamás debe caer en el olvido. Estuvo enérgico, a veces hasta insultante con la casta política, pero sobre todo, humilde y entregado a un símbolo: Caparrós.

Cualquiera de nosotros puede convertirse en otro Caparrós cualquier día. El fanatismo de los que mantienen el poder establecido, la pérdida de democracia, el robo de la dignidad de los ciudadanos, pueden convertirnos en mártires mañana mismo. Y esto es lo que reivindicó Banderas en su discurso. Que el pueblo no puede dormirse, no puede dejarse gobernar por los hombres peores, por corrompidos empresarios y políticos que nos quieren devolver a la época de súbditos y señores.

D. Antonio Banderas me conmovió, como pocas veces un orador lo ha conseguido. Sencillamente, porque las palabras le salieron del alma, entre lágrimas, demostrando que no sólo se merece ser Hijo Predilecto de Andalucía, sino que se merece el respeto de todos los que creemos en lo que defendió Manuel José García Caparrós aquella fría mañana del 4 de diciembre de 1977.

Impresionante, Banderas.

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