sábado, 14 de diciembre de 2013

LA ENFERMEDAD DEL IGNORANTE

LA ENFERMEDAD DEL IGNORANTE

“La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia”
Amos Bronson Alcott (1799-1888) Filósofo de EE.UU.

En tiempos de la vieja República de Roma, lo mínimo que se exigía a uno de sus senadores era la ORATORIA, el bellísimo arte de expresar las ideas, y de responder con solvencia y convicción a las cuestiones que se le planteaban.

Si ese senador, por muy rico y poderoso que fuera, no daba la talla, era aburrido o defendía de manera impresentable sus propuestas, el resto del SENADO (incluidos sus compañeros de partido) le daban la espalda, en silencio, y permanecían así hasta que el abochornado tribuno abandonaba la sala (para siempre).

Ésta es, sencillamente, la postura que deberían adoptar los periodistas que asisten a las ruedas de prensa de nuestro aburrido e impresentable  Presidente carente de oratoria. Ya no voy a entrar en cuestiones políticas, de que sus decisiones están enterrando los derechos constitucionales que tanto costó arrancarles a los herederos del régimen del dictador Francisco Franco.

El mundo entero así, vería que la prensa, uno de los pilares fundamentales de la democracia, ha dicho “BASTA”, ha dicho “HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO”. El mundo vería que la prensa libre de este país, que usted, Señor Presidente, está convirtiendo en una república bananera, le da la espalda, en silencio… hasta que se marche de una vez. Usted ha convertido en sospechoso a todo aquél que se rebela contra su repugnante dictadura, ésa que paradójicamente le ha regalado el mismo pueblo español que le ha votado masivamente. Ese pueblo que asiste estupefacto, superado por la realidad diaria, que ve cómo usted en sólo dos años ha destrozado los derechos fundamentales que tanto dolor costó a los que se rebelaron contra otro dictador anterior a usted.

La decisión de hoy, 13 de diciembre de 2013, de seleccionar usted a quién le pregunta, conociendo previamente lo que se le va preguntar, tiene un nombre: CENSURA. Sencillamente, porque pone una mordaza a los que no piensan como usted, a los “incómodos”, esos desagradables periodistas que le hacen sudar, que consiguen ponerle nervioso y decir las paparruchadas que usted dice, entre tics de su cara. Usted, Señor Presidente, se merece de sobra que los periodistas libres de España le den la espalda. Pero esta medida no será efectiva si los que trabajan para medios de ultra derecha (no voy a citar nombres de sobra sabidos), no se giran a su paso, y participan de la pantomima de libertad de expresión que usted ejerce.

Líbrenos de su ignorancia. ¿Para qué asistir a este corralillo de comedias, en lo que se han convertido sus ruedas de prensa? Escriba usted directamente lo que quiere que se le pregunte y dele la nota a sus periodistas en nómina.


DIOS, QUÉ ASCO DE DEMOCRACIA ESTÁ USTED DEJANDO COMO HERENCIA.

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