VÍCTIMAS
DE SEGUNDA
Son
los olvidados, o mejor dicho, los que nuestro honorable Gobierno pretende hacer
caer en el olvido. Hoy mi recuerdo es para José Couso Permuy, Taras Prostyuk,
Tarek Ayoub y los otros nueve periodistas muertos en la guerra de Irak (entre
ellos Julio Anguita Parrado).
Parece
que fue ayer, y hace ya once años que los que pensamos que la justicia está por
encima del dinero, esperamos eso mismo: JUSTICIA. El 8 de abril de 2003, las
tropas de EE.UU. entraron a saco en Bagdad, arrasando todo a su paso, y
disparando a cualquier cosa que se moviera. Un reactor estadounidense destruyó
con un misil la sede de la televisión qatarí Al Jazeera, asesinando al
periodista jordano Tarek Ayoub, de 35 años.
Después,
un tanque M1 Abrams revisó la zona del impacto, para girar más tarde su enorme
cañón de 120 mm hacia el Hotel Palestina. Desde el piso 15, el cámara ucraniano
de la Agencia Reuters, Taras Prostyuk, de 35 años, grababa desde hacía un buen
rato el asesinato.
En
el piso 14, José Couso, cámara de Telecinco, de 37 años y padre de dos hijos,
hacía lo mismo, cumplir con su trabajo de informar al mundo de la verdad. Ni
más ni menos, la verdad. Desde el principio de esa maldita guerra en la que
José María Aznar nos metió, con esa payasada de Las Azores, estos periodistas
se limitaron a informar de lo que veían, de la barbarie de la guerra y de los
excesos cometidos (de ambos bandos). No puedo imaginar la cara de asombro, de
incredulidad, cuando ambos vieron
dispararse ese cañón, apuntándolos fijamente. Mayormente, porque fue el Alto
Mando Estadounidense el que ubicó en el Hotel Palestina a la prensa
internacional (incluidos los reporteros norteamericanos) y el que otorgó
permiso a Al Jazeera para retransmitir desde sus oficinas en la orilla opuesta
del río Tigris.
He
dicho bien cuando pronuncio la palabra ASESINATO. Y toda esta acción cobarde
del ejército estadounidense, apesta aún más, cuando esa misma mañana del 8 de
abril, ordenó a los reporteros de EE.UU. abandonar el Hotel Palestina y los
llevó a un emplazamiento seguro yanqui. España, a través del juez Santiago Pedraz,
era el único país del mundo que había tenido el valor de ordenar detención
internacional contra los tres militares del tanque, el oficial al mando y el
general que dio la orden. ¿Saben cómo se llamaba la compañía a la que
pertenecía ese tanque? ASSASSINS. Parece una broma del destino, ¿verdad?
Nuestro
Gobierno, nuestro Presidente bufón, y la
imagen de mi país, ha caído por los suelos, al rendir la Justicia Universal, a
los poderes económicos de EE.UU. y China. ¿Por qué Don Mariano, tan preocupado
por la participación popular cuando le interesa, no sometió esta reforma a la
voluntad del pueblo español? Es más que probable que se hubiera encontrado con
un guantazo electoral, que la gente de la calle hubiera optado por la dignidad
de las víctimas de las repugnantes guerras que el Gendarme del Mundo va
librando donde tiene intereses.
España se ha arrodillado, su Presidente ha
mancillado una imagen que fue la envidia del mundo civilizado, para poder
hacerse una foto agarradito a Obama, y para comer las migajas que se caen del
plato del Presidente chino. Los jueces, los que avisaron al patético Ministro
Gallardón y a nuestro sumiso Presidente de las consecuencias de la ley que
estaban a punto de aprobar, no se equivocaron. Sólo han bastado unas semanas,
para convertirnos en el hazmerreir de Europa. Años de investigación de la
Guardia Civil, topos y espías jugándose la vida, y mucho, muchísimo dinero invertido
en capturar en aguas de Almería a un pesquero con casi diez toneladas de
hachís. Sus ocho tripulantes (egipcios) no están en la cárcel, NO.
El
juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, se ha visto obligado a ponerlos
en libertad, en aplicación de nueva Reforma de la Justicia Universal de nuestro
pomposo y estirado Alberto Ruiz Gallardón. Muy bien, Sr. Ministro, se está
usted atiborrando de gloria, y tenga por seguro que van a venir más escenitas
por el estilo. Su ley pone en libertad a narcotraficantes, mientras condena al
olvido a las víctimas del asalto a la embajada de Guatemala, a los misioneros
españoles de la guerra de Ruanda, o a José Couso, por ejemplo.
A
sus ojos, Don Alberto, son víctimas de segunda, son muertos incómodos para los
podridos intereses económicos de los que amparan a su Gobierno. Igual que los
miles de muertos que pueblan las cunetas de esta España mía, impotente, dormida…
y que usted y su impresentable jefe quieren sepultar bajo más tierra. Sera,
quizás, porque le sacan los colores, le hacen aflorar esa vena franquista que
lleva en sus genes, y que usted tanto se esfuerza en ocultar. Espero que algún
día, el pueblo español despierte por fin, y ponga a todas las víctimas en el
mismo escalón, y que a usted y a los suyos, los condene al más miserable de los
olvidos… malditos buitres usureros.
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