sábado, 7 de abril de 2012

UN HOMBRE JUSTO (II)


UN HOMBRE JUSTO (II)

Me lo encontré de frente, en la calle Chicarreros, casi nos tropezamos. Era la primera vez que lo veía en persona y no quise abstraerle de su conversación con otro señor que le acompañaba. Tranquilo, sin escolta, sin miedo…estaba paseando por las calles de su ciudad, porque, aunque nació en Jaén, se transformó de niño a hombre en Sevilla. Él es D. Baltasar Garzón Real.

Don Ildefonso, su padre, trabajaba en una gasolinera y saboreó desde temprano el rigor del trabajo en el olivar. Era pues D. Baltasar, de familia humilde. Un ejemplar raro de hijo de proletario que aspiraba a ser juez en una Facultad de Derecho de Sevilla, acaparada por hijos de jueces, empresarios, militares…en definitiva, de niños de papá con la vida más o menos resuelta.

Por las noches relevaba a su padre en la gasolinera y cuando le salía algún trabajo de albañilería, también lo aprovechaba. Así, a duras penas, consiguió costearse su carrera. Aquí, en Sevilla, conoció su primer gran amor, su compañera, confidente y esposa, María del Rosario, que le dio tres hijos.

Aceptó concurrir a las elecciones de 1993 con el PSOE, y a los pocos meses le dio un portazo en las narices a Felipe González, acusándole sin tapujos de no querer combatir la corrupción.

“¿Quién se atreve a detenerme? ¿Un juez español? Sé quién es. ¡Es Garzón, ese comunista, ese maldito comunista!” Se lamentó enfurecido Augusto Pinochet a la intérprete Jean Pateras, de Scotland Yard, cuando la policía británica vino a apresar al decrépito dictador chileno. Un juez español había logrado que las leyes que castigan los delitos contra la humanidad dejaran de ser una simple declaración de buenas intenciones en el plano internacional, y se aplicaran con rigor para perseguir a un acusado de genocidio, asesinato, secuestro y torturas.

Baltasar Garzón hizo historia entonces, se ganó a pulso una cita en los libros de Derecho Internacional, él se convirtió en leyenda. Admirado por su valor e independencia internacionalmente, se erigió en el azote de intocables de la Justicia, políticos corruptos, narcotraficantes, terroristas, abusadores de poder y dictadores asesinos.

Fue él el que metió entre rejas a un ex ministro del PSOE por los GAL, el que puso en jaque a Pinochet, el que abrió el camino del fin de la vergonzosa amnistía a los asesinos de la dictadura argentina, el que acabó con el imperio del narcotraficante Laureano Oubiña. Él y no otro politiquillo deslenguado fue quien acabó con el terror de ETA, al cortarle las fuentes de suministro económico, asfixiando a sus empresas y organizaciones “legales”.

Pero, ay, se empeñó en desenterrar a las decenas de miles de muertos olvidados en las cunetas de nuestras carreteras, durante la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco. Empezó a remover la podredumbre, que tanto trabajo había costado a los herederos del fascismo tapar con la ley de amnistía de la transición. Él otorgó esperanza donde sólo hubo lágrimas durante más de medio siglo. Él se convirtió en el juez de los desamparados, de los olvidados, de las víctimas de los caídos en desgracia. Era más de lo que podían permitir los herederos del nacional catolicismo…y sus días como juez estaban contados.

La puntilla llegó con el Caso GÜRTEL, que destapó las vergüenzas de la financiación ilegal y la asquerosa corrupción del Partido Popular. Ya era demasiado, había pateado las columnas del poder de este país y los que ahora lo gobiernan no lo iban a consentir. Su brazo ejecutor fue el Tribunal Supremo, en un juicio bochornoso e irregular, que ha dejado la imagen de la Justicia española por los suelos. Y tanto es así, que por mucho que este Gobierno quiera tapar el asunto, no ha podido con el clamor internacional contra este lamentable proceso. La Comisaría de la Alta Comisionada de la ONU ha instado a España a que derogue la Ley de Amnistía de 1977, y que investigue los crímenes de la dictadura de Franco. Y otras ochenta prestigiosas organizaciones de Defensa de los Derechos Humanos de todo el mundo han entregado a las embajadas de España, un manifiesto denunciando el repugnante proceso de Garzón.

Solo ante el peligro. Sólo con el apoyo de sus incondicionales (las víctimas del terrorismo de Estado que no acaparan las páginas de El Mundo, ABC o La Razón), algunos personajes de la cultura y la magistratura, de los diputados de Izquierda Unida y de indignados como yo. Así se ha enfrentado este hombre a un tribunal de jueces que ya lo habían condenado de antemano.

Veo con curiosidad, al visitar páginas como la de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que han concedido su único premio de Derechos Humanos de Andalucía en 2009 al Presidente del Centro para los Derechos Humanos de Gaza (merecidísimo) al prestigioso Raji Sourani, y me pregunto:

¿Qué están esperando para otorgarle el premio de los Derechos Humanos de Andalucía a D. Baltasar Garzón?

¿Qué más hace falta?

Su defensa de los Derechos Humanos le ha costado su carrera.

Es andaluz.

Su madre y su hermana viven en Sevilla. ¿Habría mayor orgullo para estas mujeres que asistir al reconocimiento público de Baltasar Garzón en la ciudad en la que se formó como hombre?

Por favor, déjense de mezquindades, aparten sus prejuicios, o sencillamente despierten de una vez. Y ruego a los responsables de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía que concedan este premio más que merecido a D. Baltasar Garzón Real. Posiciónense, tomen partido, apóyenlo o censúrenlo…pero no permanezcan callados, impasibles; porque su silencio es cómplice de los que han condenado al juez con más prestigio internacional de la historia de España.

Voltaire no está ya entre nosotros para echarle un capote a nuestro insigne paisano, pero de estar vivo, no dudaría en prestar su pluma y su prestigio a la causa de D. Baltasar Garzón Real.

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