domingo, 22 de abril de 2012

LEY DEL OLVIDO (II)



LEY DEL OLVIDO (II)

En el artículo anterior desgranamos sólo superficialmente algunos aspectos de ese personaje sobrevalorado en exceso e idolatrado por la ultra derecha franquista, el general José Enrique Varela Iglesias. Vamos a seguir hurgando en esa biografía, con muchas más sombras que ocultar, que luces.

En 1927, siendo teniente coronel condecorado en la Guerra del Riff, es uno de los jefes militares que aconsejan el uso por vez primera de gas mostaza sobre la población civil bereber, en las montañas del Atlas. Gracias a oficiales como él, España tiene el honor de ser el primer país de la historia que bombardeó a civiles con armas de destrucción masiva, el “célebre” gas mostaza.

Cuando el ejército golpista llega en 1936 a Sevilla, tras caer la provincia de Cádiz y con el eco de la feroz represión en San Fernando, el general Queipo de Llano toma el mando de la ciudad, siempre asesorado por el general Varela. Éste mismo y Mola son los cerebros del levantamiento militar contra la República.

Testimonios irrefutables desbaratan ese sometimiento dulce que nos adoctrinaron los libros de historia de la Dictadura y atestiguan una feroz resistencia de las milicias populares en los sevillanos barrios de Triana, Macarena, Alameda, Centro Histórico y San Julián. Sólo la barbarie desatada por los Regulares y las tropas moras de Franco, consiguieron acallar las armas de los irreductibles demócratas. Después vino la persecución, reclusión, tortura y fusilamiento de los que se salvaron, delante de la Puerta de la Macarena y el muro Este del Cementerio Municipal. Toda esta despiadada operación fue diseñada por el “honorable” Varela y encomendada a Queipo de Llano, apodado desde entonces, el “carnicero de Sevilla”.

Recuerda el cronista Arturo Barea:

“Una vez consolidada Sevilla, el Tercio y los Regulares llegados de Cádiz, desataron el terror africanista en los barrios que aún resistían, con uso indiscriminado de artillería pesada.”

“Cuando atacaban estas tropas, no conocían límite a su venganza ante la muerte de un legionario, y degollaban a su paso a cuantos hombres encontraban hasta que se entregaba el que había cometido el crimen. Yo fui testigo ocular de su paso por barrios en los que sólo quedaron incendios y calles sembradas de hombres, mujeres y niños degollados.”

A continuación, algunas perlas de las famosas emisiones radiofónicas del general Queipo de Llano en Sevilla en 1936, siempre con el beneplácito de Varela, Jefe Militar de Andalucía. Todas son parte del inmenso legado documental del Archivo Histórico y Hemeroteca de Sevilla:

“En San Fernando tenemos a muchos familiares de los tripulantes de la escuadra pirata (republicana), nos servirán de rehenes y sus vidas responderán de los nuestros que mueran en San Sebastián. La célebre Pasionaria la ha tomado conmigo porque no se da cuenta de que la admiro, por haber sabido ascender desde criada de 30 reales a primera figura del régimen (República).”

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes rojos lo que son hombres de verdad, y a sus mujeres. Esto está justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, al menos, sabrán lo que son hombres de verdad, y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen. Mañana tomamos Peñaflor, así que vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil…id preparando sepulturas. Yo os autorizo a matar como a perros a todo aquél que se resista a vosotros, que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda culpa.”

Teniendo cautiva a la mujer y seis hijos del general republicano Miaja, Queipo de Llano amenazó todas las noches…todas:

“Miaja, tengo a tu familia y ellos pagarán con sus vidas lo que tú hagas. Uno a uno, con sus pieles haremos carteras y petacas.”

“¿Qué haré? Imponer un durísimo castigo a esos idiotas congéneres de Azaña. Por eso faculto a cualquier ciudadano a que cuando se cruce con uno de estos sujetos lo calle de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré.”

“Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que muera, yo mataré a diez, y a sus dirigentes que huyan, los sacaré de la tierra…y si están muertos los volveré a desenterrar y los volveré a matar.”

En febrero 1937, Málaga ha caído en manos de Queipo de Llano y el general Varela, camino ya de Madrid (tras fusilar a 4000 ciudadanos de Badajoz en su plaza de toros), le envía apoyo aéreo alemán, munición y a los destructores Canarias, Cervera y Baleares para… ¿terminar con la resistencia republicana? No. Bombardea sin piedad una columna de 100.000 refugiados civiles que huyen por la Nacional 340 hacia Almería. A las puertas de la ciudad les recibe una escuadrilla de Messerchsmit BF-109.G6, que masacra a miles de ancianos, mujeres y niños sin miramientos. Los supervivientes fueron devueltos a Málaga, censados y Queipo de Llano fusiló a unos 20.000 de ellos desde 1937 a 1940. El cronista Norman Bethune asistió a todo este horror y lo contó, en un espeluznante relato llamado “El crimen de la carretera Málaga-Almería”, prohibido en España hasta 1978. Él vio cómo soldados del Frente Nacional llenaban camiones de cadáveres, para limpiar la carretera, y se perdían por los caminos de la Sierra de Málaga, en fosas comunes todavía por descubrir.

Hasta los años 60, los camioneros conocían la N-340 Málaga-Almería como la “carretera de la muerte”, y evitaban parar en la montaña, porque al pie de los barrancos seguían apareciendo esqueletos por centenares. Hermoso legado el de Varela y su subordinado Queipo de Llano para el recuerdo de los andaluces.

El general José Enrique Varela fue nombrado Ministro del Ejército desde 1939 a 1942. De él es la idea de mantener “ocupados” a los 27.000 presos republicanos que construyeron el Valle de los Caídos, con trabajos forzados, para construir una tumba a Francisco Franco digna de un faraón egipcio. Él mismo pone la primera piedra del mausoleo en 1940.

También guía los primeros años del exterminio de los últimos resquicios de resistencia republicana tras la guerra, el “maquis”. Ni un solo guerrillero en la zona de Sierra Morena o Extremadura fue llevado a juicio. Todos fueron masacrados en la montaña, acorralados como conejos y fusilados sin más, según sus directrices. Él consintió salvajadas como las cometidas por el oficial de la Guardia Civil Gómez Cantos, apodado “el carnicero de Extremadura”. Este sádico en sus años de servicio en esa comunidad no hizo un solo prisionero, pero terminó por completo con el maquis extremeño. En Miravetes y otros pueblos de la serranía eligió a dedo a decenas de civiles y los “mareó” sobre el Tajo. Así llamaba él a empujarlos desde el puente sobre el río y tirotear desde el mismo a los que sobrevivían a una caída de 60 metros. Sólo la intervención del cura de Miravetes y el fusilamiento de dos guardias civiles, por negarse a seguir con la masacre, hizo que este monstruo fuese destinado a Barcelona, donde murió de viejo, condecorado por la Dictadura.

Creo que hay razones sobradas para retirar la estatua del general Varela de la Plaza Mayor de San Fernando, ¿no os parece? Si realmente existe un Dios justo, no puede estar de parte de este monstruo y de sus cómplices, y mucho menos de perpetuar su memoria con honores de héroe, y condenar a sus víctimas a la LEY DEL OLVIDO. Si ese Dios consiente esto, desde luego, ése no puede ser mi Dios.

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