jueves, 10 de mayo de 2012



YO TENGO LA CULPA

Soy culpable…lo admito. Soy el blanco de millones de españoles cabreados, estoy en el punto de mira de los Rajoys, Sorayas, De Guindos, Montoros y Cospedales. Yo tengo la culpa de todo.

Yo soy responsable de que cientos de miles de aberronchos, sin el graduado escolar, se embolsaran 3.000 eurazos mensuales durante años, por enyesar un tabique. De que miles de revientaplomadas se forraran montando una inmobiliaria, con la complicidad de dos concejales corruptos y de alcaldes mafiosos.

Yo he influenciado a Botín y compañía, para que concedieran miles de millones de euros en préstamos de riesgo, a sabiendas de que tarde o temprano todo esto iba a reventar, de que no los iban a poder cobrar. Pero los accionistas se embolsaban fortunas en tres días, los consejos de administración sacaban a hombros a sus presidentes banqueros, y blindaban sus cargos con sueldos y pensiones multimillonarias, toda España era pura felicidad. En aquel entonces, recuerdo que me llamaban pájaro de mal agüero, por tener los pies en el suelo, por ser consciente de lo que se nos venía encima.

Yo, moví mis hilos, mis contactos, para obligar a Aznar y Zapatero a aprobar en el Congreso las leyes que permitieron endeudarse a los bancos hasta las cejas, a reducir sus fondos de capital en efectivo, a especular con el ladrillo olvidándose del tejido industrial de mi país, de mandar a freír espárragos la investigación y un plan de futuro a largo plazo de crecimiento.
Yo, un analfabeto en Economía, soy el que ha cogido por la oreja a Merkel, Sarkozy y Rajoy, y les he ordenado que le presten un billón, con B, de euros a los bancos europeos al 1% de interés, para tapar sus agujeros. Acto seguido, yo les he permitido que compren deuda soberana de España, por ejemplo, al 5%, convirtiendo deuda privada (bancos) en deuda pública (Estado). Hasta yo, dentro de mi ignorancia, sé que esto es robar, y que si hubieran repartido ese pastón entre todos los europeos, nos hubiera tocado a cada uno dos millones y medio de euros. O sea, que se acabó la crisis, ¿no? Todos millonarios.

Yo he amorcillado el cerebro de 44 millones de españoles, para que votaran en masa a un Gobierno de ultra derecha, que se ha orinado en sus promesas electorales de hace 6 meses, y que se ha cepillado en 40 días los frutos de 50 años de lucha de los trabajadores. Y ahora, todos con cara de pasmados, de asustadas garrapatas aferradas a su puesto de trabajo al precio que sea, incrédulos ante la humillación de su voto traicionado.

 Yo he controlado a los medios de comunicación, para que desayunemos, almorcemos y cenemos con la Prima de Riesgo y el Rescate del Banco Central Europeo, para que perdonemos los pecados de nuestros políticos, e imploremos medidas de ayuda a empresarios y banqueros (los que se nos van a exprimir hasta la pulpa). El que violen nuestros derechos constitucionales es la única salida a la crisis que ellos han creado. Han asesinado nuestra Constitución y todavía no nos hemos enterado.

Yo le he concedido a presidentes, ministros y congresistas, que cobren sus sueldos íntegros dos años después de cesar en su cargo, que mantengan sus coches oficiales y escoltas, y que después de una legislatura (aunque el pueblo  no los crea dignos de gobernarlos) tengan aseguradas sus pensiones máximas vitalicias.
Yo he señalado con el dedo a esta nueva casta nobiliaria, para que sigan con su vergonzoso tren de vida. Para que España tenga más teléfonos móviles y coches oficiales que EE.UU. (son datos del  BOE), y el doble de presupuesto que ellos en gastos de Embajadas en el exterior.

Yo, con mi tremendo poder, soy el que ha plantado de Ministra de Trabajo a una señora que no ha cotizado ni un solo día a la Seguridad Social en su puñetera vida.  Es la misma que nos ha endosado la Reforma Laboral que nos ha convertido a todos otra vez en siervos medievales, en vasallos de empresarios que pueden disponer de nuestra vida como se les antoje, sin responder ante nadie. Nos ha devuelto a los primeros años de la dictadura de Franco, sin derechos, sólo obligaciones, con el miedo metido en las entrañas a que te hagan un ERE.

Yo, en definitiva, soy el que ha devuelto su poder a la Santa Madre Iglesia, como en tiempos en que este país saludaba al estilo nazi, para que dicte las leyes a este Gobierno, en la nueva Era Mariana. Se ha terminado con la inseminación artificial pública, con la píldora abortiva en farmacias, con la vasectomía en hospitales públicos, con la investigación de células madre, con el aborto para las mujeres de los trabajadores (los señoritos siempre podrán mandar a sus hijas a un máster de inglés en Londres, como Dios manda), con la eutanasia libre para los enfermos terminales que quieren terminar con dignidad sus vidas…

Eso sí, los presupuestos del Gobierno y Autonomías, para hospitales privados y colegios concertados (la mayoría en manos de órdenes religiosas) se ha incrementado en el mismo porcentaje que ha disminuido para la sanidad y enseñanza pública. Dinero sí que hay, Sr. Rajoy, pero para los que tutelaron su educación ultra católica y las fundaciones de sus amigotes Legionarios de Cristo y de extrema derecha.

En fin, admito que yo, un paria, un triste funcionario que se devana los sesos para llegar a fin de mes con sus escasos mil euros, que me gané mi puesto de trabajo en unos exámenes con miles de desesperados como yo, tengo la culpa de todo lo anterior. Pero confío, querido ministro Montoro, dueño de mi destino, en que al menos me permitirá manifestar mi desacuerdo con la vergonzosa gestión de su repugnante Gobierno ultra derechista. Y le auguro que si su asquerosa idea de demonizar a mi “casta privilegiada” me cuesta mi puesto de trabajo, no descansaré un día del resto de mi vida, para ridiculizar a los suyos, para abrir los ojos a este país lleno de muertos caminantes, de aberronchos votantes y de sumisos lacayos.

Si esto sigue así, enérgico Ministro de Interior, aquí tiene mi nuca, para que me calle como a los héroes silenciosos de la España de hace setenta años. Porque yo, por las buenas, no me convertiré en su súbdito, soy un ciudadano, muy a pesar suyo.

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