sábado, 9 de junio de 2012

SEVILLA SIN RUMBO.


 Torre Agbar de Barcelona. A su izquierda, la Sagrada Familia, Patrimonio de la Humanidad.
 Torre Swiss Re, de Norman Foster. En primer término, el Puente sobre el Támesis.
 Debajo, la Town Hall de Londres, con el Puente Patrimonio Histórico de la Humanidad, justo detrás.
La Torre Pelli de Sevilla, el primer gran rascacielos de la capital. Está  ubicada en el Complejo Tecnológico de la Cartuja, heredero de la Expo 92 y fuera del Casco Histórico protegido por la UNESCO.

SEVILLA SIN RUMBO

Hace dos años, el que hoy es alcalde de la cuarta ciudad de España, lideró un “movimiento” de “grandes señores” de la ciudad de Sevilla. Con el tiempo ese movimiento se convirtió en TÚMBALA, cuyo único fin en esta vida es derruir la Torre Pelli, el primer gran rascacielos de mi ciudad.

Comenzaron su andadura con éxito, consiguieron parar las obras de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, un impresionante y vanguardista edificio de la arquitecta iraquí Sada Hadid. Es cierto que encontraron resquicios legales, y la biblioteca ya no se construirá jamás en ese emplazamiento, pero ¿a qué precio?

Sada Hadid es una de las más reconocidas arquitectas del mundo, y por supuesto, no entiende de milongas…pedirá una indemnización monstruosa, que todavía está por determinar en los tribunales. Cuando llegue el momento, ¿quién va a pagar la factura de un edificio que no se ha construido? ¿El Sr. Zoido, de su bolsillo? No, la pagaremos los de siempre, el pueblo, el dinero saldrá de nuestras arcas públicas, que para eso está, para pagar las deudas de las partidas de póker del poder.

Después de su victoria contra el Gobierno de Monteseirín se empecinaron en mantener esa imagen de una Sevilla inalterable en los siglos, abigarrada en su tradición, sometida a la casposa concepción de la capital de los toros, la Semana Santa y la Feria de Abril. Todo lo demás huele a progresista, a modernidad, al temido cambio…a rojo. Tenían un nuevo objetivo: derribar la Torre Cajasol, y no importaba gastar lo que hiciera falta, no importaba mover los hilos necesarios.

Incluso nuestro alcalde, D. Ignacio Zoido, promotor de este grupo de “sevillanos defensores de la Sevilla Eterna”, denunció la construcción de la torre ante la comisión de la UNESCO, alegando que atentaba contra los símbolos imperecederos de Sevilla: la Giralda, los Reales Alcázares y el Archivo de Indias, todos ellos Patrimonio de la Humanidad.

Daba igual que se pusiera en peligro estos títulos históricos, no importaba si el estandarte de la Sevilla del futuro, del cambio a una ciudad moderna, caía, si se perdía la mayor inversión privada (180 millones de euros) de la historia de Andalucía. Nada importaba si así ganaba los votos de esa Sevilla rancia, de derechas y ultra tradicional, de mantilla y traje de luces.

Pero mira tú, que ahora es alcalde, y le visita el Comité de Patrimonio de la UNESCO y efectivamente, no les gusta la Torre Pelli. Ya se afanó D. Ignacio en repetirles una y otra vez que estaba loco por derribarla, empujado por el movimiento que él creó, TÚMBALA. Y el susodicho grupo, le amenaza con retirar la catalogación de Patrimonio Histórico de la Humanidad, si no se recorta la torre a la mitad de su tamaño.

Cajasol, le contesta al alcalde, que todos los permisos están en regla, absolutamente todos. Y en su defensa, alega que no hay un solo punto del centro histórico de Sevilla desde el que se pueda fotografiar a la vez a la Giralda y a la Torre Pelli juntas. Y es verdad. Y que si quiere parar la obra, Cajasol le reclamará al Ayuntamiento  200 millones de euros de indemnización.

En un ataque de cara dura, el alcalde exige a la Junta de Andalucía que pague la multa. O sea, que el resto de los andaluces paguen la bravuconada de su grupo de defensores de la tradición. El Gobierno Andaluz, por supuesto, le contesta que él empezó este desaguisado y sólo él es responsable. Ahora, en un nuevo capotazo a sus promesas incumplidas, convoca a los medios, la semana pasada, y dice que la Torre Pelli no está dentro del casco histórico de Sevilla y no atenta contra el símbolo que es la Giralda. Increíble, ¿en qué quedamos? ¿Ahora ha caído este hombre en que si se paraba la obra, Cajasol iba a exigir daños y perjuicios? Pues veremos qué decide el Comité de la UNESCO, porque si Sevilla pierde su catalogación, sólo habrá un responsable: Don Ignacio Zoido, que fue el que levantó la liebre.

En cuanto a los señores de UNESCO, me gustaría preguntarles, si se plantearon también retirar la catalogación a la Sagrada Familia de Barcelona, cuando le plantaron delante un enorme consolador de colores fosforitos, y el doble de alto.

O también si se preocuparon cuando le endosaron otro vibrador (más grande todavía) y la noria más grande del mundo al Parlamento de Londres y al Big Ben, justo en la orilla de enfrente. En esas ocasiones, no se inmutaron. No comprendo ese empecinamiento con Sevilla, señores. Dejen que mi ciudad se modernice, que atraiga turismo amante de la arquitectura vanguardista, que diversifique su oferta promocional. En fin, que nos dejen en paz, siempre que no se atente realmente contra los símbolos de mi hermosa capital.

El último golpe errante de timón ha sido el concurso que se han sacado de la manga, el de Operación Triunfo al estilo Zoido, para rebuscar a cantantes noveles. Para esto sí hay dinero. Lo pagarán con los sueldos de los 500 interinos que han ido a engrosar las colas del paro desde que usted llegó, y con los dineros que ha restado de las nóminas de sus trabajadores. Como comprenderá, se ha ganado a pulso el que no le quieran. A partir de ahora, volveremos a resucitar la copla, subvencionada con dinero público.

Eso sí, los certámenes de cómic, teatro, novela, cantautores, dibujo e investigación, que se celebraban en Sevilla antes de usted llegar, ésos han muerto todos. Todo lo que huele a progresista, vanguardista, a independiente…suena a rojo ¿verdad? La copla, eso sí que mola, la tradición, los lunares y el sombrero de ala ancha. Eso sí que le gusta a los “señoritos”.

Sevilla, un galeón tan hermoso, tan orgulloso…y sin rumbo en un mar infestado de tiburones, dando bandazos en la tormenta, en las manos de un  capitán incompetente.

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